Virtudes: 8 - Un pequeño detalle: la gratitud
Un
pequeño detalle: la gratitud
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Esto
es lo que pasa cuando estos detalles extraordinarios están completamente desvinculados
de nuestra actuación diaria. En el aspecto que queremos tratar, la
gratitud, si son oportunos son muy
buenos, pero no pueden substituir los de cada día.
La
gratitud es aquel sentimiento por el que nos consideramos obligados a apreciar
el beneficio o favor que nos han hecho, o nos han querido hacer, y a
corresponder a él de alguna manera. La gratitud constituye un eficaz vínculo
entre los hombres y revela con bastante exactitud la calidad interior de una
persona. La gratitud exige una capacidad especial para apreciar los favores y
pequeños servicios que los demás nos hacen. En la medida que desarrollamos la
capacidad para apreciarlo, notaremos que el número de personas que nos hacen
algún beneficio aumenta sorprendentemente, porque la convivencia humana está
llena de estos pequeños o grandes servicios mutuos. Esta capacidad está reñida
con la soberbia. El soberbio es incapaz de agradecer nada, siempre cree que
todo le es debido o bien porque lo ha pagado o porque era obligación de los
demás, el hacerlo.
Tenemos
que hacer ver a nuestros hijos la cantidad de servicios que recibimos desde
fuera del hogar: el periódico que tenemos en nuestras manos por la mañana
porque han estado trabajando toda la noche anterior, la tienda que está abierta
a las horas que podemos ir de compras, los servicios públicos que funcionan
noches, domingos y festivos ... y ¡tantas cosas! Ensancharemos, así, su
capacidad de ser agradecidos.
En
nuestro hogar debemos tener cuidado de los detalles que afectan a la gratitud.
En una familia cada uno recibe algo de los demás: un consejo, una enseñanza,
una ayuda, un favor, una palabra amable o graciosa con que se ha disipado un
momento de mal humor, las alegrías que se comparten, la comida que está a la
hora en punto, la ropa limpia y planchada, alguien ha cerrado las ventanas para
que no entre el frío, se han cumplido los encargos, todos han colaborado en el
orden de la casa, la pequeña sorpresa que el padre ha llevado por la noche...
La mejor manera que los hijos se den cuenta de las muchas cosas que se hacen en
un hogar y por tanto, motivo para agradecerlas, es ponerlos a hacer algo para los
demás desde bien pequeños. El que nunca hace nada, acaba creyendo que no hay
nada para hacer.
Una
vez nos hemos dado cuenta de los favores que recibimos, nos tenemos que poner a
corresponder. Para corresponder, hay un pequeño detalle que se concreta en una
palabra: gracias. Deberíamos utilizarla mucho. Deberíamos enseñar a dar gracias
por todo. Cuando el pequeño pide agua en la mesa y el padre se lo da, éste le
pregunta: ¿qué se dice? La hermana mayor le recuerda: ¡la palabra mágica! El
pequeño acaba murmurando tímidamente: gracias! Y así una y otra vez, hasta que
se adquiere el hábito de decir: ¡gracias! Y no sólo se trata de decir, sino de
sentir el agradecimiento, que llevará a corresponder haciendo todos esos
pequeños servicios o favores que en un hogar son necesarios que nos hagamos
unos a otros.
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No
olvidemos estos pequeños detalles de convivencia... ¡gracias!
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