Padres: 12 - Educación sexual, ¿cuál?
Educación sexual, ¿cuál?
Hace años parecía que
la buena educación suponía no hablar de sexualidad. De hecho muchos padres no
hablaban, o hablaban poco. Hoy, parece que esto ha cambiado: una cierta
educación sexual coge protagonismo en algunos ambientes. De un cierto miedo a
hablar de sexualidad, se ha pasado a creer en la necesidad de una información
sofisticada y cuanto más detallada mejor.
Una de las razones por
la que los padres deben intervenir en la educación de la sexualidad es porque
se entiende, en muchos ámbitos, mal, como una educación dirigida a la promoción
del llamado "sexo seguro", o se entiende en términos utilitaristas
donde las personas se usan como si fueran cosas. Una concepción hedonista
supone, también, que la finalidad de la sexualidad humana es el placer. Los
medios de comunicación, la publicidad, los métodos anticonceptivos refuerzan
esta idea. Por desgracia, algunos textos de ciencias naturales tampoco ayudan
demasiado: se olvidan frecuentemente de la relación que la sexualidad tiene con
la afectividad, el amor y la procreación. Es por este motivo que los padres,
hoy, tienen que intervenir: la sexualidad se explica, a menudo, mal.
No es exagerado decir
que de la misma manera que la persona aprende a respirar, comer, caminar,...
espontáneamente y en relación a su madurez física, también aprende de forma
instintiva y paulatinamente lo que tiene relación con la sexualidad. Lo cual no
quiere decir que no se tenga que hablar con los hijos, porque no se trata de
convertir en un tabú aquello que forma parte de nuestra vida. Lo que no se les ha de
explicar es su mal uso. Se les debe explicar el uso correcto según el plan de
Dios. La educación que más necesitan, es para hacerse cargo de la trascendencia
social, ética y moral, de la sexualidad.
Los padres, hoy, deben
intervenir en relación a la educación sexual para:
-Avanzarse, vigilar y
contrarrestar otras fuentes de información.
-Enmarcarla dentro del
orden de la creación, o mejor dicho, dentro del proyecto que tiene Dios para la
persona humana.
-Orientar las conductas.
-Reforzar las virtudes
necesarias para vivirla correctamente.
La educación, la
educación sexual también, se manifiesta en dos vertientes: conocimientos, y
fortalecimiento de la voluntad. Se debe explicar la verdad de la sexualidad y
se han de orientar las conductas reforzando las virtudes, porque la educación
sexual no es una educación que se puede realizar con independencia de los demás
aspectos educativos.
Respecto a la verdad
sobre la sexualidad, debemos dar a conocer el maravilloso plan de Dios. La
sexualidad, además de su función procreativa, es, en su dimensión más elevada,
la expresión corporal de nuestra capacidad de amar, de entregarnos a otra
persona y recibir su entrega. Esto sólo es posible entre un hombre y una mujer,
o entre una persona y Dios. Por eso la educación de la sexualidad no es otra
cosa que educación para el amor.
Al hablar de las
virtudes que reforzarán la correcta conducta en relación a la sexualidad,
deberíamos hacerlo especialmente de la castidad y del pudor (hablaremos en otro
ocasión), y como que exigirá esfuerzo y control del instinto, necesitarán la
ayuda de la fortaleza para resistir y superar pruebas, de la templanza para
dominar el deseo, y de la prudencia para evitar situaciones. Pero podríamos
citar otras virtudes como la laboriosidad, generosidad, humildad, respeto,
responsabilidad, alegría,... que también ayudarán.
La educación es un
proceso único porque única es cada persona y en cada acto se proyecta la
personalidad entera. Por ello, la educación de la sexualidad debe enmarcarse
dentro de la formación global de la persona.
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