Cuento de Navidad: El sueño de un arbol
El sueño de
un árbol
(Parte de un
cuento de un autor anónimo traducido del inglés por el padre Jorge Rivero)
"Érase una vez, en la
cumbre de una montaña, un pequeño árbol que soñaba a lo grande sobre lo que el futuro
deparaba para él.
El arbolito miró hacia
las estrellas y dijo: "Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de
oro y de piedras preciosas. Yo seré el cofre de tesoros más hermoso del
mundo".
Los años pasaron.
Llovió, brilló el sol y el pequeño árbol se convirtió en un majestuoso cedro. Un
día, un leñador subió a la cumbre de la montaña. Miró al árbol y dijo: "¡Qué árbol tan
hermoso!", y con la arremetida de su hacha el árbol cayó. "Ahora me deberán convertir
en un cofre hermoso, ¡voy a contener tesoros maravillosos!", pensó el árbol.
Se emocionó cuando el
leñador lo llevó al taller, pero pronto vino la tristeza. El carpintero lo
convirtió en un pobre pesebre para alimentar a las bestias. Aquel árbol hermoso
no fue cubierto con oro, ni contuvo piedras preciosas. Solo contenía pasto para
animales.
Pasó el tiempo. Una
noche, brilló sobre el árbol la luz de una estrella dorada. Una joven puso a su
hijo recién nacido en aquel humilde pesebre. "Yo quisiera haberle
construido una hermosa cuna", le dijo su esposo... La madre le apretó la
mano y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba la tosca madera del
pesebre, y al niño que apaciblemente dormía sobre la paja. "El pesebre es
hermoso" dijo ella. De repente, el árbol comprendió que contenía el tesoro
más grande del universo."
A veces nuestros sueños pueden ser como los del árbol.
Ambicionamos éxitos, forjamos planes, tenemos esperanzas, grandes o pequeñas, a
veces lejos de nuestra propia realidad. Muchas veces lo ocupan todo y no dejan
lugar a otras esperanzas. Pero cuando esas aspiraciones fracasan, o no se
cumplen como hubiéramos deseado, o se
cumplen, pero nos damos cuenta de que no acaban de llenar nuestra vida,
entonces "se ve claramente que aquello, en realidad, no lo era todo. Está claro
que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que solo
puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca
podrá alcanzar (…). Esta gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el
universo y que nos puede proponer y dar lo que nosotros por si solos no podemos
alcanzar” (1).
Que el niño Dios llene nuestras vidas de esperanza.
(1) Benedicto XVI, encíclica Spe Salvi,
30-XI-2007, n 30 y 31.
Otros cuentos de Navidad los podéis encontrar en este blog, en la pasteña "Temas" dentro del apartado "Otros":
"Una decisión importante" (diciembre 2011)
"Un asno con mucha suerte" (diciembre 2012)
"La limosna" (diciembre 2013)
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