Virtudes: 10 - Educar la lealtad

                       Educar la lealtad


Una de las cosas que más agradecemos a quienes nos rodean es su lealtad. Una persona leal es una persona de una pieza. Inspira confianza, te puedes fiar y con ella te sientes cómodo. Sabes que te ayudará y que no te traicionará nunca.

La lealtad se convierte en un elemento absolutamente necesario para la convivencia y para cualquier relación social. Hoy, cuando vivimos algunas muestras de insolidaridad y puede parecer que todo el mundo se mueva sólo por sus intereses, es especialmente importante, porque la lealtad significa siempre la superación del individualismo.

Los hombres tendemos a relacionarnos con los demás porque nos necesitamos mutuamente por diferentes motivos. Esto nos lleva a establecer vínculos, lazos de diversa naturaleza: comerciales, laborales, de amistad, familiares, etc. Estos vínculos suponen unos valores en cada caso diferentes. La lealtad nos permite reconocer la existencia de vínculos, apreciar los valores que representan y hará que los mantengamos protegiéndolos y reforzándolos en el tiempo. La lealtad es un triunfo sobre el tiempo y sobre las tribulaciones y crisis que pueda haber.

La lealtad inspira la franqueza en el lenguaje y la rectitud en los comportamientos. Una persona leal no engaña. Si conviene dirá a la persona con quien se siente vinculada, lo que crea oportuno y necesario para reforzar la relación establecida. Por otra parte los otros tendrán la absoluta seguridad de que sus actos no irán nunca en contra de esta relación y del valor que la sostiene.

Para educar la lealtad en nuestros hijos, podríamos dar algunas sugerencias:

-Tenemos que empezar haciendo que los más pequeños aprendan a sentir la importancia de una relación con los demás y de ayudar a las personas implicadas en esta relación. El primer ámbito de relación es la familia y por tanto es donde deben empezar a hacerlo. La mejor manera de hacer sentir ese vínculo familiar es fomentar que hagan cosas por los demás miembros de la familia, ayudando en casa y haciendo pequeños servicios con generosidad. El hijo que se esfuerza en favor de sus hermanos o de sus padres, está descubriendo la identidad de la familia y el valor real de su vínculo: la estimación que lleva a ayudarnos unos a otros.

-Los padres deben procurar que los hijos vean en la amistad no sólo la oportunidad de pasarlo bien y divertirse sino también la posibilidad de ayudar a ser mejores. Propondremos alguna idea para ayudar al amigo a portarse mejor o a hacer los deberes. Así entenderán el verdadero valor de la amistad y la lealtad que exige.

-Es importante que los padres no permitan que los hijos hablen mal o de manera imprudente, injusta o inconveniente de las personas o instituciones con las que tienen lazos: sus maestros, amigos, la escuela... La lealtad de nuestros hijos se mueve en estos ámbitos de relación.

-Desde pequeños es importante que adquieran pequeños compromisos y que los cumplan. Encargos en casa, asistencia a actividades extraescolares... Si un niño o una niña se ha comprometido con el equipo del colegio los sábados por la mañana, debe cumplir con este compromiso aunque a veces pueda suponer un sacrificio importante. Ayudar a hacer estos pequeños esfuerzos es educar la lealtad.

-El ejemplo de los padres es, como siempre, fundamental. La crítica negativa y frecuente que se puede hacer de vecinos, amigos, familiares... la queja hacia la empresa donde trabajamos... no es un buen modelo para educar a la lealtad.

-A los adolescentes les puede parecer que cualquier vínculo les limita la independencia. Pueden evitar compromisos por miedo a perder la libertad. Les tendremos que ayudar a descubrir el verdadero sentido de la libertad. Les tendremos que explicar que precisamente la libertad es capacidad de elección de vínculos y que somos libres para comprometernos y responder de lo que hacemos.

Si queremos ser leales con nuestros hijos tendremos que tener la intención de educarlos en la lealtad.


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