Padres: 8 - Ir a la par
Ir a la par
Uno de los
problemas más graves en educación es la falta de buena armonía entre los
educadores. El niño ante la falta de entendimiento entre quienes tienen la
misión de guiarle, primero se desconcierta y luego se aprovecha de ella para
hacer valer su capricho.
Si esto es así
entre familia y escuela, entre padres y profesores, aún lo es más entre madre y
padre. Su relación no debería presentar fisuras, por el elemento afectivo que
se añade, y que es de gran importancia. Cualquier manifestación de desacuerdo
entre los padres repercute dolorosamente en el corazón del hijo, aunque en
algún caso pueda encontrar alguna ventaja inmediata.
Hay unas reglas
de sentido común que deberíamos estar dispuestos a no infringirlas nunca.
Repasémoslas:
Repasémoslas:
-No discutir
delante de los hijos. Si en algún momento no podemos evitar discutir,
intentaremos hacerlo a solas, sin el testimonio de los hijos.
-No reprocharnos
cosas, el uno al otro, delante de ellos.
-No llevarnos la
contraria, especialmente en relación con la actuación con ellos. Si observamos
en el otro algo que nos parece que debería mandar o decir de diferente manera,
esperaremos a comentárselo en privado para que, si es necesario, corrija su
actuación.
-No autorizar a
escondidas lo que el otro ha prohibido. Ni decir nunca a un hijo: "no
digas nada de esto a tu padre", o "que no se entere tu madre",
si no es para darle una sorpresa agradable.
-No hacer
alusión a los defectos o faltas del otro. Ni decir nada que pueda mermar el
respeto o la estimación de los hijos. Al contrario, les haremos ver sus
virtudes y la preocupación que tiene por ellos.
-Tener el
interés de reforzarnos mutuamente la autoridad en todas las circunstancias.
A veces el padre
puede desautorizar a la madre con una mirada de complicidad al hijo, con un
gesto, o con un encogerse de hombros, y lanzar por tierra, en un momento, todo
el esfuerzo educativo que la madre había llevado a término.
Tampoco favorece
la autoridad del padre si la madre dice algo parecido a: "cuando venga tu
padre le diré cómo te has portado mal, y ya verás cómo te castigará".
Cargar con el rol de ejecutor oficial de los castigos, no facilita el ejercicio de
la verdadera autoridad.
A veces, en
broma, se hacen preguntas tan absurdas como: "¿a quién quieres más, al
padre o a la madre?", O bien, "¿a quién obedeces más, de los
dos?". La única respuesta posible es: "a los dos, igual". Y como
es la única respuesta válida, preguntarlo es de alguna manera ponerlo en duda,
y no es bueno, ni en broma.
No hay nada que
angustie más a los hijos, como cuando ven a los padres discutir y enfadarse. Les
puede provocar un fuerte sufrimiento la sensación de que sus padres no se
quieren.
En el libro
"El verano mágico en Cape Cod" del escritor Richard Russo leemos:
"Él y Joy discutían raramente, pero cuando lo hacían, ante todo, debían
dedicarse después a consolar a su hija. Decirle que los dos la querían más que
a cualquier otra cosa, no era suficiente. No, lo que quería oír era cuánto
se querían entre ellos”
Padre y madre
deben demostrar, con hechos delante de los hijos, que van a la par, que se
aman, que están de acuerdo con los principios que quieren educar, y cómo
quieren educarlos. Buscarán una verdadera colaboración mutua, y sabrán
practicar la unión de sus esfuerzos que será una de las claves de su autoridad
al servicio de los hijos.
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