Padres: 14 - El amor de los padres

    El amor de los padres

El amor de los padres hacia los hijos es, probablemente, el factor educativo más importante. Esta estimación, sin embargo, debe saber evolucionar a medida que el niño se hace mayor, de modo que no estorbe su desarrollo. A veces no se comprende del todo la necesidad de esta evolución, y esto puede ser causa de conflictos afectivos que desconciertan a los padres más abnegados y las madres más tiernas.

Quizá para entenderlo tenemos que saber ver que el amor hacia los hijos, si bien es espontáneo, no puede quedarse en un sentimiento o simple emoción, sino que, como en toda verdadera estimación, el sacrificio será su característica más auténtica, porque no hay amor más grande que el de quien se sacrifica por aquellos que ama.


La madre debe entender la necesaria evolución que las relaciones con su hijo deben tener. Durante nueve meses ha sido suyo y dependió completamente de ella. En los primeros meses de vida, el hijo es, también, un ser indefenso que necesita la madre. Después, va creciendo y va adquiriendo autonomía e independencia. Y es éste, precisamente, el objetivo de la educación: crear autonomía. Durante los primeros años el niño, la niña, están muy cerca de sus padres, pero al ir creciendo su personalidad se afirma, al igual que su anhelo de libertad e independencia. Y tiene que ser así. Se convierte en un joven, y el modo de ejercer la autoridad por parte de los padres, que es un acto de servicio y de amor, tiene que ir cambiando y adecuándose a la edad.

Si los padres no lo entienden así, pueden continuar abrumadora con recomendaciones a los hijos como si fueran pequeños, pueden continuar pretendiendo que no se separen de ellos como si no hubieran crecido, y ahogarlos así con unos lazos afectivos demasiado estrechos que no permitan su autonomía o que provoquen su adquisición de forma violenta, no sin sufrimiento de unos y otros.

No se trata de disminuir el amor entre padres e hijos. Por el contrario, se trata de una evolución en la forma y una adaptación a las circunstancias que lo haga más pleno. Se trata de que el amor libere y no capture. Se trata, en definitiva, de entender que los hijos no son para los padres, sino al revés: los padres son para los hijos.

A veces parece que algunos padres desean no tanto que su hijo sea él mismo, sino lo que ellos han soñado para él. Se han hecho un proyecto y tienden a imponerlo, en lugar de favorecer el desarrollo natural del niño. Muchas veces es lo que hubieran querido para ellos y que no han visto cumplido. Debemos querer lo mejor para los hijos, y por eso tenemos que transmitir todo lo mejor que sepamos: hábitos, tradiciones, modo de orientar la vida,... pero sin imponer un proyecto concreto, sino dando suficientes elementos de referencia para que sean ellos los que decidan su vida. Otra cosa sería una peligrosa deformación del amor, que podría terminar en una terrible decepción.

Si bien el amor de los padres está constituido por el olvido de sí mismos y por el sacrificio, también tiene su recompensa. Para que el niño o la niña, ya hombre o mujer, conserva mayor estimación y reconocimiento a sus padres en la medida que comprende - sin que sea necesario recordarlo constantemente - todo lo que debe a quienes se han preocupado por él con total desinterés y sin buscar nada para sí mismos.


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