Familia: 20 - La democracia más pequeña


Utilizando la definición más clásica de democracia: gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo; a la familia, la democracia significará el gobierno de la familia, por la familia y para la familia.

Pero, la familia necesita gobierno?

Como toda comunidad que tiene un objetivo y una misión a realizar, sus acciones deben orientarse hacia su cumplimiento. La familia es una comunidad de personas de orden natural, unidas por el amor y que tiene como fin lograr que todos sus miembros crezcan hacia la madurez y mejoren como personas.

El gobierno de la familia debe posibilitar el logro de este objetivo, guiándola y dirigiéndola hacia él.

¿Cómo debe hacerse esto?

Cuidando el ambiente familiar y creando un clima de afecto, confianza, comprensión y alegría que facilite esta mejora personal. La forma como se organiza la familia: horarios, costumbres, convivencia, reparto de tareas, vacaciones, etcétera, debe estar al servicio de este objetivo.

La vida familiar no puede consistir simplemente en satisfacer espontáneamente unas necesidades inmediatas, sino que debe tener su propio argumento en pro de esta intencionalidad última. Debe ofrecer proyectos, ilusiones, objetivos, tareas y motivos que lleven a cada uno de sus miembros a progresar más y más como personas.

La misma familia debe sentirse responsable de este gobierno que debe basarse en la autoridad de los padres, entendida como servicio, y en la participación activa de los hijos en función de la edad. Es lógico que a los padres les corresponda una responsabilidad principal como personas que ya han alcanzado una madurez, pero harán muy bien en traspasar gradualmente esta responsabilidad a los hijos. Lo harán en aspectos muy materiales: encargos, pequeños servicios, colaboración en tareas concretas... pero también en otros: pidiéndoles atención para los más pequeños, exigiendo y animando a colaborar en el ambiente familiar y en hacer agradable la vida de los otros compartiendo alegrías,… y también haciéndoles partícipes, de manera proporcionada, de situaciones difíciles que se pueden atravesar.

Esta participación activa y responsable de los hijos en la vida familiar y en sus objetivos será la mejor manera de asegurar futuras familias llenas de salud y vitalidad.

De este gobierno sale beneficiada la familia, pero también toda la sociedad, como primera escuela de humanidad y tolerancia que es. Los valores más propios de la democracia se aprenden en el ámbito familiar. El respeto mutuo, la solidaridad, el espíritu de servicio, el binomio libertad-responsabilidad, la convivencia y la participación, por citar algunos, tienen un lugar preferente en la vida familiar.

Construyamos pues la democracia más genuina en el seno de la comunidad más pequeña: la familia.

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