Cuento de Navidad: Salirse del guion.


En el día de San Esteban, cuando nos reunimos todos, mi hijo José María nos regaló esta bonita historia


En nuestra tierra tenemos una representación del misterio de Navidad, “Els Pastorets” (Los Pastorcillos), y forma parte de nuestra tradición irla a ver con toda la familia durante los días de Navidad. También en otros lugares se representa la misma historia con otros nombres y con su propio talante.

La historia que os presentamos transcurre en un pequeño pueblo italiano de los Apeninos. No recuerdo el nombre de este pueblo, pero es de este tipo de poblaciones donde todos se conocen a la perfección.

Nuestro protagonista es Guillermo (para hacerlo más cercano ponemos el nombre en castellano). El chico tiene unos quince años y su peculiaridad es su discapacidad mental, muy por debajo de la media. Es de las personas más queridas del pueblo. No va a la escuela y trabaja de ayudante del carpintero. Hay que estar siempre encima de él para que no haga ninguna trastada, sin ninguna mala intención, claro.

Guillermo tiene una gran pasión: "Los Pastorets". Desde pequeño iba a verlos con sus padres y hermanos. Se sentaba en primera fila y con los ojos bien abiertos seguía la representación sin perder detalle. Gozaba de la representación intensamente. Reía, se emocionaba e incluso gritaba en contra de los demonios. Cuando terminaba la representación siempre iba a buscar al director y le pedía que le dejara actuar el próximo año, y el pobre hombre le daba largas, sin atreverse a decirle que no.

Y así un año y otro. Hasta que pasó lo que acostumbra a pasar. ¡Los imprevistos!

Al que hacía de San José, le dio un ataque de piedra y lo tuvieron que ingresar en el hospital. El pobre no llegaría a las representaciones con condiciones.

En todos estos grupos, hay un buen puñado de personas que llevan muchos años actuando juntos. Se conocen los papeles. Pues bien, el personaje de San José lo cogió uno de los demonios, contentísimo por el cambio. ¡Había promocionado! Su papel lo cogió Zacarías y de esta manera se fueron pasando los papeles hasta que al final se quedó uno vacante. Un personaje insignificante y de corta intervención: el dueño de la posada. Pero no encontraban a nadie.

En estas, estaban buscando a alguien, cuando el director pensó en Guillermo. Pero enseguida se quitó de la cabeza la idea. ¡Imposible! ¡SI nunca ha logrado aprenderse nada! Pero no encontraban a nadie y se acababa el tiempo. Estaban a las puertas de la Navidad. Lo consultó con unos de sus colaboradores y al final decidieron confiar el papel a Guillermo.

Cuando le dieron la noticia, el chico exultaba de alegría. La madre se emocionó y se le escaparon más de una lágrima.

Enseguida se enteró todo el pueblo. Iba orgulloso por las calles y a todo el mundo le hacía saber que ese año actuaría en "Los Pastorets".

El director le pidió a una de las intérpretes, que la ayudara a estudiar las frases que tenía que decir. Estas eran cortas y sencillas. Cuando San José llamaba a la puerta de la posada, él la abría y decía: 

"¿Que desea?".

 Entonces San José le contaba que deseaban pasar noche en Belén. La respuesta de Guillermo era: 

"No, está lleno. ¡Marchad!" 

Así de simple. Lo ensayaron muchas veces. Cuando iba por la calle lo decía en voz alta. Al final, mucha gente conocía el detalle de su intervención
.
Al fin, llegó el día del estreno. Fue mucha gente del pueblo y de los pueblos del entorno. Más de lo normal, por ser la primera representación y quizás, también, porque nuestro personaje inesperado atrajo a más gente. Por primera vez Guillermo pasaba de la primera fila del público al escenario. Estaba muy contento, y muy nervioso.

La obra comenzó esplendorosamente. La historia es la de siempre, salvo algunas pequeñas variaciones que hacen cada año. No hay pues, sorpresas. Pero es tan bonita que la gente no se cansa.
Y a medida que transcurrían las escenas, nos íbamos acercando al momento de la actuación de Guillermo.

San José entra en Belén acompañado de María y, después de dos negativas para ser acogidos, llega a la posada. Llama a la puerta, ésta se abre y aparece Guillermo:

-¿Que desea?

Con una voz fuerte, potente, decidida. ¡Muy bien! Qué alegría daba verlo.

San José le cuenta:

-Acabamos de llegar al pueblo. Venimos a empadronarnos. Hemos llegado un poco tarde y no encontramos lugar para pasar la noche. Aquí está mi esposa. Está a punto de dar a luz y está muy cansada. Nos podría acoger.

-No. Está lleno. ¡Marchad!

Es lo que tenía que decir, pero en vez de eso se quedó callado, mirando fijamente a la que hacía de Virgen. Ciertamente era muy, muy bonita. Detrás de la puerta le repetían la frase que tenía que decir. Pero Guillermo estaba callado. La gente del público se iba poniendo nerviosa. Incluso alguien empezó a decir la frase. Pero al final Guillermo habló:

-Claro que sí. Pasad, seguro que encontramos algún rincón para que podáis dormir.

Y fue a buscar a María para llevarla dentro de la posada.

Se oyó un clamor de sorpresa en todo el teatro. Durante unos segundos se generó una incertidumbre total. Guillermo tomó del brazo a la Virgen. Esta se quedó quieta. San José, bloqueado. El público, ¡asustado! Por suerte, el director hizo salir a una que estaba a su lado para deshacer el revuelo que se había generado.

-Pero, ¿qué dices? No le haga caso a mi marido. Lo siento pero no puede entrar. Ale, ¡marchaos!

Y cogió a Guillermo y lo hizo entrar a la posada. Por suerte la obra transcurrió con normalidad  y se pudo terminar con éxito. Esta vez la gente aplaudió más de la cuenta y allí estaba Guillermo saludando al público más que contento

A la salida, la gente sólo hablaba de la actuación de Guillermo. Todos estaban admirados. Qué sencillez más auténtica y natural. Guillermo había conseguido que todos se maravillaran de verdad. 

Más de una lágrima se había caído por más de una mejilla.

Así debería ser en nuestra vida. Saber hacer lo mismo que ese pobre chico discapacitado: saber salirse del guion y actuar con amor y ternura. De esta manera nos apartamos de la rutina y de lo que toca, para generar sorpresa, ilusión y alegría.

Esto es lo que hizo Dios en la primera Navidad. Se salió del guion para venir a estar con los hombres. ¡Qué sorpresa!

¡Qué tengáis una feliz Navidad!

                              
José María Rovira Campos

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