Capacidad de esperar
“En este tiempo, en el que reinan la
ansiedad y la prisa tecnológica, una tarea importantísima de las familias es
educar para la capacidad de esperar.”
Tendríamos que enseñar a los hijos que las cosas que valen la
pena no se consiguen en el momento que se desean, sino que necesitan, muchas
veces, mucho tiempo.
Sigue diciendo el Papa:
“No se trata de prohibir a los chicos que jueguen con los dispositivos
electrónicos, sino de encontrar la forma de generar en ellos la capacidad de
diferenciar las diversas lógicas y de no aplicar la velocidad digital a todos
los ámbitos de la vida.”
Adquirir la madurez requiere tiempo,
i la velocidad digital posibilita que los niños aprendan a un ritmo vertiginoso
sin necesidad de la intervención de los adultos, pero este conocimiento
prematuro de algunas cosas sin asimilarlas en profundidad y sin valorar sus
implicaciones morales puede traer como consecuencia que los niños, se vuelvan
más pragmáticos y menos idealistas.
Hay actividades que pueden ayudar
a desarrollar esta capacidad de esperar porque requieren tiempo y esfuerzo:
aprender a tocar un instrumento musical; aprender algún idioma; desarrollar con
cierto rigor alguna afición (pintura, fotografía,...); hacer alguna colección
(mariposas, insectos,...); y, por supuesto, algún plan de mejora personal en
algún aspecto de su formación.
Habrá situaciones no agradables
que vendrán impuestas pero que también se tendrán que aprovechar para que
aprendan a aceptar las molestias y esperar con ilusión su solución: una
enfermedad larga o una lesión que le incapacita parcialmente; la pérdida de
alguna posesión que se ha echado a perder (la bicicleta, el ordenador,...); etc.
El Papa Francisco nos alerta:
“Cuando los niños o los adolescentes no son educados para aceptar que
algunas cosas deben esperar, se convierten en atropelladores, que someten todo
a la satisfacción de sus necesidades inmediatas y crecen con el vicio del
«quiero y tengo». Este es un gran engaño que no favorece la libertad, sino que
la enferma.”
A veces, parece que, por algunos,
lo que no se puede conseguir rápidamente, acaba teniendo poca importancia y no
está presente en su actuación. Se quiere llegar lejos a toda prisa y se buscan
resultados inmediatos. Muchos anuncios se basan en esta idea de conseguirlo
rápido y fácilmente: aprender un idioma, adelgazar, perfumes que aseguran el
éxito...
Hay diferentes síntomas que
podemos detectar fácilmente y que son causa de este no saber esperar: el niño
que no soporta está en el banquillo cuando juega su equipo deportivo porque no
sabe esperar su oportunidad; la constante atención al móvil, respondiendo al
instante a cualquiera de sus reclamos; algunos trabajos escolares sacados de
internet con un rápido "cortar y pegar"; noviazgos con relaciones
prematuramente íntimas;etc.
El papa Francisco nos da el motivo para educar la capacidad
de esperar:
“En cambio, cuando se educa
para aprender a posponer algunas cosas y para esperar el momento adecuado, se
enseña lo que es ser dueño de sí mismo, autónomo ante sus propios impulsos.
Así, cuando el niño experimenta que puede hacerse cargo de sí mismo, se
enriqueces su autoestima. A su vez, esto le enseña a respetar la libertad de
los demás.
“El Papa Francisco concluye este
punto:
“En una familia sana, este
aprendizaje se produce de manera ordinaria por las exigencias de la
convivencia.”
Efectivamente en una familia sana son habituales los momentos
y circunstancias en los que se enseña a saber esperar, i en los que se
ejercitan, entre otras dos virtudes
importantes: la templanza, que supone el dominio firme y moderado de la razón
sobre el deseo; i la paciencia que
está relacionada con este saber esperar, porque ayudará a soportar las
molestias cuando lo que se desea tarde en llegar.
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