Familia: 21 - Corazón de la sociedad
Dos ideas permiten definir la familia como corazón de la
sociedad.
La primera porque, como el corazón en el organismo, la
familia hace llegar su latido y su ritmo a toda la sociedad, llenando de vida
todas las instituciones y organizaciones que se dan.
Podríamos decir que la sociedad y sus instituciones son lo
que sus familias son, porque la familia es el ámbito vital por excelencia. Y lo
es porque su función no se limita a una específica, como podría ser el estudio,
el trabajo, la diversión, los derechos y deberes cívicos,... sino que englobándolas
de alguna manera todas, su función es la vida en su sentido más amplio: vivimos
y aprendemos a vivir en la familia. De ahí la importancia y trascendencia de su
misión y la repercusión en todos los demás ámbitos específicos de la sociedad,
y, también, la importancia de que las familias se conserven bien de salud y
sean lo que deben ser. Proteger la familia se reforzar la sociedad.
La segunda idea está relacionada con el sentido literario o
figurado que otorga al corazón la capacidad de amar.
La familia como comunidad basada en el amor es la mejor
escuela y fuente de este amor que, a través de ella, puede irradiar a toda la
sociedad.
En un mundo necesitado de convivencia pacífica, la familia se
convierte en principal protagonista de la construcción de la paz. Es la paz y
el amor en las familias que traerá la paz al mundo. El hombre no puede vivir
sin amar y en ningún lugar como en la vida familiar puede aprender a amar y a darse
generosamente. Nada mueve tanto a amar como sentirse querido.
La familia es una comunidad de personas donde reina la
estimación gratuita, desinteresada y generosa. La estimación mutua de los
esposos se prolonga en la estimación a los hijos. En ella las personas se
quieren por lo que son, no por lo que valen, sirven o son útiles. A la familia
la queremos, no porque sea la mejor, sino porque es la nuestra. Es un afecto
resistente a la decepción, que no depende de lo que se recibe a cambio, por lo
tanto es el más puro de todos los afectos.
Esto convierte a la familia en una escuela permanente de
amor. Cuando desaparece la estimación en el seno de las familias, cuando
desaparece la fidelidad entre los esposos, o la generosidad ante los hijos, la
familia se desfigura. Las consecuencias no se hacen esperar: soledad para los
adultos; desamparo para los hijos; para todos, la vida se vuelve un territorio
inhóspito, angustioso, y desaparece la paz.
Por el contrario, si la familia se comporta como la comunidad
de amor que es, y en ella tiene lugar la comprensión, la tolerancia, el trato
cariñoso, el respeto y la solidaridad recíproca, todos sus miembros aprenden a
convivir en paz y son capaces de transmitir esta convivencia pacífica y
armónica a la sociedad.
Un buen deseo será que la familia, corazón de la sociedad, no
deje de latir con fuerza.
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