Virtudes: 4 - Un pequeño detalle: la cortesía



Un pequeño detalle: la cortesía


En la vida de un hogar hay toda una serie de pequeños detalles de convivencia que quizás, por pequeños, no los valoramos suficientemente pero que son como el aceite que lubrica el engranaje de una máquina, permitiendo que ésta funcione sin ruidos ni obstáculos. Actúan de forma similar, haciendo que en la convivencia diaria reine la armonía que facilita la función educativa de la familia.
Uno de ellos es la cortesía o delicadeza en el trato. Con ella demostramos la atención, respeto o afecto que tenemos hacia los demás. Todo el mundo tiene derecho a nuestra consideración y manifestarla crea una atmósfera de confianza y respeto que condiciona, de manera importante las relaciones entre las personas.

Una anécdota en relación a la cortesía es aquella en la que un personaje, un escritor de reconocida valía, fue a comprar el diario paseando con un amigo. Saludó con mucha amabilidad el dueño del quiosco que por su parte respondió con brusquedad y mal humor. Mientras recogía el diario lanzado de mala manera, sonrió al quiosquero y le deseó un buen fin de semana. Cuando los dos amigos continuaron el paseo, el acompañante le preguntó:

- Te trata siempre con tanta descortesía?
- Si, por desgracia.
- Y tú, siempre estás igual de amable?
- Si, así es.
- ¿Y por qué eres tan amable cuando él es tan antipático contigo?
- Porque no quiero que sea él quien decida como debo actuar yo.

Este ejemplo describe la manera de hacer de una persona madura. Su cortesía no está influenciada por otros, por la respuesta que provoca o por las compensaciones que pueda dar lugar. De todos modos la cortesía es contagiosa. Seguro que la actitud de este personaje acabará desarmando al otro y provocando su respuesta amable.

En nuestro hogar, cada uno debería iniciar con su actitud el clima de cortesía que provocará la respuesta en cadena de todos. Con los primeros que tenemos que demostrar cortesía es con quienes más queremos: con los miembros de nuestra familia. Podría ocurrir que usásemos las buenas maneras solo fuera de casa, para nuestras relaciones sociales o de trabajo y que cuando llegáramos a nuestro hogar las olvidáramos. La atmósfera de atenciones mutuas que la cortesía da no es hipocresía o falta de sinceridad sino un deseo de hacer la vida agradable a los demás.

Ser cortés significa: saber dulcificar las asperezas de nuestro carácter, no levantar la voz y decir las cosas con suavidad, no poner mala cara, sonreir, pedir las cosas con un "por favor" y dar las gracias. También, utilizar un vocabulario adecuado en el que no están presentes el insulto o las groserías, ceder el lugar más cómodo para ver la televisión, desearnos un "buen día" por la mañana, un "buenas noches" al despedirnos para acostarnos. Y eso, todos. Empezando el padre y la madre entre ellos, los padres con los hijos y con los abuelos, porque de esta manera lo vivan también los pequeños con los grandes, y entre hermanos.

Un lugar privilegiado para demostrarnos la consideración, la cortesía, es en la mesa. Muchos detalles como: esperar a que estén todos servidos para empezar a comer, poner agua o servir a los demás, acercar la panera o las vinagreras antes de que las pidan, conversar y dar conversación, esperar a que terminen todos para levantarse ... son ejemplos de cómo la cortesía convierte en agradables las relaciones entre las personas de una familia.

Muchas veces, aspectos como la paz familiar, la comunicación, la autoridad de los padres, el respeto mutuo, se pierden o quedan mal parados por no cuidar este pequeño detalle: la cortesía.

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