Familia: 11 - La mejor aventura


                     La mejor aventura

                          Nuria y Marc

Iniciaréis la mejor aventura de vuestra vida. Ya no seréis solamente dos personas, sino que constituiréis una nueva unidad: un matrimonio. La mayor de las aventuras. Ni un safari por África, ni ningún deporte de aventura, que en el fondo son aventuras prefabricadas, os aportará tantos episodios diferentes, tantas circunstancias dispares, como la que iniciáis: constituiros en matrimonio y fundar un núcleo familiar propio en el que vosotros dos sois los protagonistas.

Una aventura que se inicia porque os queréis y estáis dispuestos a amaros siempre, pase lo que pase. Como os dirá el sacerdote, testigo de vuestro enlace en representación de la iglesia: en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en el dolor y en la alegría, en la juventud y en la vejez...

L
a firmeza y seguridad de vuestra unión está en la decisión de que esto sea así. Hay parejas que antes de tomar la decisión intentan convivir juntos para ver si les va bien. Y si ha sido así durante un tiempo, deciden comprometerse en matrimonio. Se equivocan si fundamentan su decisión en la prueba. El matrimonio no se puede probar, es demasiado rico en situaciones para que una prueba de dos o tres años les confirme su viabilidad. ¿Han probado de tener un niño de ocho meses a quien le están saliendo los dientes, durante una temporada? ¿Han probado tener una adolescente de catorce años viviendo con ellos? Aunque lo hubieran hecho, no sería suficiente. Lo que da seguridad a un matrimonio no es haberlo probado, sino la decisión firme de que pase lo que pase, estarán juntos toda la vida.

Durante el noviazgo habéis hablado de las cosas importantes en las que debéis estar de acuerdo. No son muchas, pero hay algunas que no se pueden obviar, especialmente las que hacen referencia a los hijos y a su educación.

El amor que hoy os tenéis no solamente se debe mantener, sino aumentar. Para hacerlo no se puede confiar sólo en el sentimiento. El amor es un acto de la voluntad, de modo que debéis estar dispuestos a querer amaros cada vez más. Y esto supondrá esfuerzo y sacrificio. El amor siempre supone sacrificio. El verdadero amor supone querer sin condiciones, sin esperar nada a cambio. Si los dos lo hacéis así, os garantizo una convivencia feliz que ninguna circunstancia podrá dañar.

El amor conyugal es diferente de cualquier otro tipo de amor: amistad, filial, maternal, paternal,... es una donación total de la persona en cuerpo y alma que, por ser total, es exclusivo: sólo para él o para ella. Esta íntima unión conlleva y exige la fidelidad y la indisolubilidad, que también lo exigirá el bien de los hijos.

Mantener el amor en el matrimonio supone cuidar los detalles. Detalles de convivencia que por el hecho de vivir juntos y teneros mucha confianza no debéis dejar. La sonrisa, el por favor, el dar las gracias... no se deben dejar sólo para las visitas, sino que entre vosotros han de ser moneda de cambio habitual. A veces el exceso de confianza puede suponer que nos arreglamos para salir y dentro de casa nos quedamos en camiseta o vamos con rulos todo el día. A veces podemos ser muy simpáticos y agradables en el trabajo y cuando llegamos a casa nos olvidemos de serlo. Estos excesos de confianza, son excesos de no pensar en el otro. Cultivad el amor, también, en estos detalles y en muchos otros.

Procurar que vuestro hogar sea un lugar agradable donde os encontréis muy bien. Para que sea así, pensad que la limpieza y el orden adecuado, son importantes. Repartíos las funciones que la organización de un hogar requiere en función de las aptitudes de cada uno y huyendo de algunos estereotipos del pasado que hoy no tienen sentido. Buscad la conciliación entre el trabajo fuera de casa y el tiempo que compartir la vida requiere. Buscad el equilibrio entre las salidas con amigos y las salidas o el tiempo en que estaréis o saldréis vosotros dos solos. Podéis seguir teniendo aficiones particulares pero las deberéis subordinar a la nueva unidad familiar que habéis iniciado. Procurad tener aficiones compartidas. Respetad mutuamente vuestras familias de procedencia y mantened la equilibrada relación con ellas.

Para mantener el amor en el matrimonio se necesita ayuda. La ayuda mutua entre los esposos, la ayuda que proporciona el sacramento y la ayuda que deberéis seguir pidiendo a Dios. Pensad que como dijo un santo, "el camino hacia el cielo para un hombre casado tiene un nombre: el de su esposa", "el camino hacia el cielo para una mujer casada tiene un nombre: el de su marido". Ayudarnos a ir al cielo es un buen propósito y es garantizar el amor en el matrimonio.

Por su propia naturaleza, el matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de los hijos que vengan. El amor es fecundo, generoso y da frutos. La obra creadora de Dios cuenta con los matrimonios para que participen en ella. Estad abiertos a la vida. Los hijos, si vienen, son un don de Dios, más que un derecho de los padres, y son un elemento más de unidad entre los cónyuges.

Que seáis muy felices!

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