Actitudes: 10 - El espejo y la ventana

El espejo y la ventana

Un día un espejo y una ventana tuvieron el siguiente diálogo:
- Cuando alguien se pone delante de mí, se puede ver tal como es - decía el espejo.
- Cuando alguien se pone delante de mí, puede ver lo que hay en el mundo - replicó la ventana.
- Es más importante mi misión - dijo el espejo - a quien se pone delante de mí, le facilito que pueda mirarse y contemplarse todas las veces que quiera.
- Yo le ofrezco mucho más - dijo la ventana - puede ver a través de mí lo que pasa fuera, en la calle. Lo que no cambia: los árboles, las montañas,... y lo que cambia: los hombres que pasan, las flores,...

- También cambian los que se ponen delante de mí. Por las mañanas, si los vieras,... ¡ponen una cara! En poco tiempo, sin embargo, parecen otros.
- Si, pero no dejan de ser siempre los mismos.
- Miran a través de ti porque no tienes, como tengo yo, una capa de metal aplicada que permite la reflexión de la luz. Un metal, plata, que tiene un gran valor y que me da a mí el valor que también tengo yo.
- ¡Claro que no lo tengo! Mi cristal es transparente, limpio, puro, y esto les permite no quedarse en sí mismos, sino a través de mí, conocer el mundo que les rodea, los demás, el bello paisaje que ofrece la vida. ¡Nada de plata! La plata a menudo sólo les sirve para quedarse encerrados en sí mismos, en sus cosas, y restar ciegos a la visión de la vida.
El espejo un poco enfadado por los argumentos de la ventana volvió a replicar:
-Pero, es importante que se puedan contemplar y arreglarse para tener el mejor aspecto posible, para poder dar una buena imagen de sí mismos.
La ventana, cada vez más convencida de su noble misión, continuó diciendo:
- ¡Déjate de imágenes! Yo, además, puedo abrirme hacia fuera y así se pueden entregar al mundo, a los otros, a la vida, y disfrutar de todo lo que ofrece la existencia. De esta manera pueden intervenir y participar en mejorar lo que ven. Esta será la verdadera riqueza que les dará paz. La única que podrán hacer crecer compartiéndola, y la única que se podrán llevar al más allá.
El espejo se quedó un poco triste. Había pensado que su misión era importante y ahora sentía un poco de envidia de la misión que tenía la ventana. ¡Si pudiera sacarse de encima la plata...!
Este diálogo entre el espejo y la ventana debería servir para hacer reflexionar sobre el hecho que a menudo las personas nos empeñamos en pensar sólo en nosotros, en nuestro bienestar, nuestra comodidad,... y pretendemos ser felices así. No somos capaces de entender que la verdadera felicidad se alcanza cuando, con un cierto olvido de uno mismo, nos abrimos al mundo intentando mejorarlo, y a los otros intentando hacerlos felices. Seguramente habremos experimentado alguna vez que esto es así, pero a pesar de ello seguimos empeñados en no probarlo más a menudo.
Deberíamos enseñárselo a los hijos para que se saquen de encima... el egoísmo.

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