Actitudes: 9 - Implicarse
Implicarse
El espíritu de servicio, el sentido de ser útil, la responsabilidad, llevan al individuo a implicarse en acciones y empresas en favor de otros sin prestar demasiada atención por si su aportación tiene una repercusión grande o pequeña en el conjunto de la sociedad.
Cuentan de un sabio científico que
paseando un día por una inmensa playa deshabitada durante la marea baja, vio,
lejos de donde estaba, como alguien hacía una especie de baile en la orilla del
mar. Se acercó y comprobó que era un muchacho joven que se agachaba para coger
algo de la arena de la playa y lo tiraba tan lejos como podía dentro del mar.
Al preguntarle que hacía, respondió que recogía las estrellas de mar que habían
quedado por culpa de la marea en la arena y que para evitar que murieran las devolvía
al agua. El sabio científico le comentó que con la cantidad de estrellas de mar
que se habían quedado en aquella inmensa playa, no tenía mucho sentido lo que
hacía. El joven por toda respuesta, se agachó para coger otra y lanzándola al
mar dijo: para esta, sí tiene sentido. Dicen que el sabio desconcertado por la
respuesta se fue, pero que al poco rato volvió y se puso a ayudar al joven en
aquella tarea.
Esta historieta nos puede servir para hablar
de la capacidad de implicación que deberíamos haber inculcado a nuestros
jóvenes para no ser indiferentes a los problemas y a las diversas situaciones
de su entorno, y para aportar su ayuda, aunque pueda parecer pequeña, con
generosidad y responsabilidad.
El espíritu de servicio, el sentido de ser útil, la responsabilidad, llevan al individuo a implicarse en acciones y empresas en favor de otros sin prestar demasiada atención por si su aportación tiene una repercusión grande o pequeña en el conjunto de la sociedad.
El individualismo, el no querer
comprometerse, llevará a evitar cualquier acción altruista, justificándose
muchas veces en la aparente pequeñez de su posible acción ante las grandes
necesidades de la sociedad.
Implicarse es dar sentido a la vida.
Debemos enseñar a los hijos que implicarse es vivir. A veces observamos en
pequeños detalles como hay personas que rehúyen cualquier implicación que
suponga un compromiso, pequeño o grande. Vemos como algunos están siempre de
espectadores sin ser capaces del más pequeño detalle de ayuda a los demás.
Niños, jóvenes, adultos que, por ejemplo, en reuniones de amigos en las que se
debe colaborar para hacerlo todo entre todos, son incapaces de ofrecer su
pequeña ayuda, como si se les debiera el esfuerzo o el trabajo de los demás. Es
triste que no hayan aprendido, porque no se les ha enseñado, que el espíritu de
servicio, la generosidad, no solo dan paz y alegría, sino que dan sentido a la
vida.
Miguel Delibes en su primera novela
"La sombra del ciprés es alargada", explica cómo su protagonista,
huérfano y educado por un tutor desafortunado, crece en la creencia de que para
ser feliz o al menos no ser desgraciado, se ha de evitar cualquier tipo de
implicación con el mundo, con los demás, se debe evitar toda emoción y todo
afecto. La vitalidad y juventud del protagonista le ayudarán a superar este
pesimismo inculcado, aunque los acontecimientos posteriores que van teniendo
lugar llevan a recordarle lo que le enseñó el tutor.
La inestabilidad afectiva y emocional
del hijo adolescente puede llevar a que no acierte en la manera, o ámbito, en
la que desarrollar su natural tendencia a la generosidad y al espíritu de
servicio, y será obligación de los padres ayudarle a canalizarla adecuadamente.
Pero se podría caer en el error, como el del tutor de la novela de Delibes, de
prevenirlo de manera que evitara cualquier tipo de implicación que supusiera
algún compromiso, y esto supondría una grave carencia en su educación.
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