Infancia: 9 - Querer no es consentir

           Querer no es Consentir

           Los niños, tanto si tienen pocos meses como si ya han cumplido algunos años, necesitan de las expresiones de cariño de sus padres, que los abracen, les hagan caricias y les den besos y todo tipo de mimos. Es una verdadera necesidad vital de la cual dependerá gran parte de su desarrollo afectivo y psicológico. Corresponde a la que todos, pequeños y grandes, tenemos de sentirnos queridos. Pero esto no tiene nada que ver con el hecho de consentirlo.

            A los padres, nos puede costar a veces negar algún capricho a nuestros hijos. ¿Cómo hacer entender a un niño de dos años que su padre no quiere invertir unos céntimos en unas golosinas porque quiere educarlo para el futuro? Y los padres, ¿entendemos fácilmente esto? ¿Qué una lágrima hoy pueda suponer una fuente de serenidad y fortaleza al cabo de pocos años? También nos cuesta, pero sabemos que es así.

      
      Educar correctamente a los hijos requiere hacerlo desde la sobriedad y comenzar cuanto antes, cuando todavía es pequeño. El detalle de enseñarle a respetar el horario de comidas o conseguir que duerma sin cogerlo en brazos, es un primer paso en esta importante tarea. Y cuando empiece a pedir por su boquita tendremos que hacer un esfuerzo para negarle algo.

            Aprender a aceptar deportivamente este "no" los preparará para aceptar lo que, mucho más duros e injustos, la vida les proporcionará en el futuro.


          No es que debamos negárselo todo. Un domingo estará muy bien que les compremos unas golosinas y, por su cumpleaños, por su santo o por Reyes, recibirán el juguete que más les guste, porque no se trata de matar todas sus ilusiones. Esto tampoco sería bueno.

            Educar requiere equilibrio. Y en este tema también. Debemos tener en cuenta, sin embargo, que para educar es necesario exigir. Exigirles y exigirnos.

            Si no lo hacemos así, si ante sus caprichos decimos siempre que sí, estamos equivocándonos gravemente. El niño consentido, a quien se le permiten todas las libertades, no es feliz en su infancia, y además le estamos incapacitando para serlo de mayor.

            A veces, consentir puede resultar lo más cómodo, al menos en el momento. Muchas madres, ante la mirada de la vecina, de la amiga o de la suegra, son capaces de cualquier cosa, de ceder o dar lo que sea, antes de tener una escena con un hijo. Muchos padres, para evitar el espectáculo de los llantos o la rabieta, ceden. No se debe hacer, hay que pensar sólo en lo que conviene al hijo. Es el momento para, con autoridad y con mucha estima, con serenidad pero con firmeza, enseñarle a valorar las cosas y a confiar en nuestro criterio. Nos estamos jugando, aunque no nos lo parezca, su felicidad futura.

            Hay algunas actitudes de los padres opuestas al verdadero ejercicio de la autoridad : consentir, no corregir, proteger excesivamente, no exigir, sustituir al hijo en el que debería hacer él, darle siempre lo que pida,…

            A veces estas actitudes se llevan a cabo pensando que hacen un bien a sus hijos. No entienden que proteger en exceso, es retrasar peligrosamente su madurez; que no darle encargos y no exigirle su cumplimiento, es no hacerlo responsable; que cualquier ayuda innecesaria, es retrasar su autonomía; que no enseñar que algunas cosas no se consiguen de inmediato sino que necesitan tiempo y esfuerzo, es no prepararlos para la vida; que reírse de sus fechorías y gracias y no corregirlas, puede llevar a llorar sus actos cuando sean mayores;...

      Deben entender que este esfuerzo que la autoridad exige, supondrá con el tiempo el reconocimiento de los hijos.

         Autoridad y cariño deben ir juntos. De hecho, se puede ejercer mejor y más fácilmente la autoridad cuando más los queramos.

            Esta pequeña exigencia que supone el no consentir y evitar que se salgan siempre con la suya, debe ir acompañada siempre del afecto que les tenemos. Afecto que deberá tener sus manifestaciones externas y que no les negaremos nunca.

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