Padres: 11 - Motivos para estudiar.

Motivos para estudiar

Cuentan de un personaje que visitaba una ciudad de su país, que al llamarle la atención ver varios días seguidos un joven tumbado sobre el césped, se le acercó y le preguntó:
-¿Tú no estudias?
El chico continuó en su posición horizontal y abriendo un ojo con dificultad para ver quién le hablaba, respondió:
-No, ¿por qué tengo que hacerlo?
El ilustre señor le dijo:
-Para ingresar más adelante en la universidad.
¿Para qué? - volvió a decir el joven.
-Para obtener un título.
¿Para qué?- insistió indolentemente el chico.
-Para poder trabajar.
¿Para qué?
-Para poder ganar dinero.
¿Para qué?
El personaje, perplejo y un poco nervioso ante la reiterativa pregunta del chico, respondió:
-Pues,... para poder comprarte una casa... y muchas cosas más.
¿Para qué? - insistió de nuevo.
-Para que en tu vejez poder disfrutar de lo que tienes y descansar.
El joven adolescente, sin mirar a su interlocutor, contestó dándole la espalda y sin perder la horizontalidad.
-Pues... es precisamente lo que estoy haciendo ahora, descansar.


Como en el caso de esta historieta, los mayores a la hora de dar motivos para estudiar, abusamos de la utilización de razones que no tienen que ver directamente con el estudio. Decimos: para tener un trabajo seguro, para ganar más dinero, para tener éxito en la vida,... Pero por un lado esa relación indirecta es difícil de garantizar (quizás ni nos la creemos) y por otro lado, estos motivos o razones no enlazan, muchas veces, con las aspiraciones nobles que un chico adolescente o un joven pueden tener.

Un niño, una niña, al comienzo de su época escolar, se aplica en el colegio por incentivos como recibir la aprobación del maestro o de sus padres, por el reconocimiento social que supone sacar buenas notas ante sus compañeros y, quizás, por los premios o castigos anunciados. Todos estos incentivos no tienen una relación directa con la acción de estudiar, pero la motivan, sirven. También es verdad, sin embargo, que muchos tienen desde pequeños, un impulso natural y espontáneo para aprender.

Despertar el interés por aprender es el camino más directo para motivar el esfuerzo necesario para estudiar. Los maestros y profesores deben tener este objetivo como el más importante. A veces, preocupados por desarrollar todo el programa de una asignatura, o para preparar el examen, pueden relegar esta primordial tarea, sacrificando la calidad a la cantidad del aprendizaje. Debemos ayudar a despertar el interés por aprender provocando el contacto directo con la realidad que se quiere dar a conocer, despertando el asombro y la admiración ante las cosas, transmitiendo la inquietud de conocerlas mejor. De esta manera convertiremos el estudio en un descubrimiento personal, en una actividad propia, en un trabajo con sentido.

Los padres también deben fomentar esta motivación directa valorando el saber, la cultura, la curiosidad por las cosas, sabiendo que los incentivos que podían servir cuando eran pequeños deben sustituirse por motivos más propios.

Junto con este valor de mejora personal que supone el saber, debemos ir despertando, también, el sentido de servicio a la sociedad. Con el estudio el chico, la chica, se está preparando para ser útil, para contribuir solidariamente al bien de la sociedad.

Aprender para servir es probablemente el motivo más firme y más sólido que deberíamos tener muy presente a la hora de motivar a los jóvenes para el estudio.

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