Educar: 12 - Educar los sentimientos
Educar los
sentimientos
He tenido ocasión de
leer el trabajo de un estudiante universitario sobre Charles Chaplin y su
inmortal personaje Charlot. En él, se destaca la singularidad del vagabundo
Charlot para suscitar sentimientos tan contradictorios como el reir y el
llorar. Tal y como señala el autor, películas como "The Kid",
"Golden Rush", "Limelight", "The circus",
"Citty Lights", contienen momentos en los que el genial artista lleva
al espectador de la risa al llanto en la misma escena. Otros sentimientos como
la tristeza, la soledad, el enamoramiento, la decepción, la ilusión, la
esperanza, el miedo,... están presentes en sus películas. De hecho, el éxito de
Charlot está en gran parte en esto: en su capacidad para mostrarnos y hacernos
sentir esos sentimientos.
Esto me ha hecho
pensar que los sentimientos son algo importante a tener en cuenta, aunque
parecen un poco olvidados cuando hablamos de educación. Entre la razón y la
voluntad, donde está el espacio de los sentimientos? No son ni el conocimiento
ni el libre querer, sino algo diferente. De hecho, están presentes de alguna
manera en todo lo que conocemos y hacemos. Si bien son una realidad, se tiene
un poco la sensación de ser una realidad misteriosa e irracional, poco explorada
y lejos de nuestro control. Pienso, sin embargo, que es posible y necesario
educar los sentimientos porque a menudo son causa importante de nuestro actuar.
Los sentimientos nos
conmueven dentro de nosotros en forma de emociones o pasiones y nos mueven a
actuar de una determinada manera. Hay sentimientos buenos y malos. Unos van a
favor de una vida más humana con respeto a la ley moral; otros, al contrario,
suscitan actitudes que la dificultan. Son, en cierto modo, la antesala de las
virtudes o los vicios. Pero son influenciables y educables.
Es cierto que los
sentimientos tienen un cierto componente innato. Hay personas que por
temperamento tienen facilidad para estar alegres o tristes, para ser optimistas
o pesimistas, cariñosas o frías, tranquilas o exaltadas,... El temperamento,
sin embargo, no es simplemente innato. Si bien se le supone una cierta
influencia genética, se le añade la influencia del entorno en los primeros años
de vida.
Es por ello, que en la
educación de los sentimientos tienen importancia los primeros años de la
infancia, cuando en la familia, en especial, se viven y se hacen vivir buenos
sentimientos. ¿Cuál es el modelo sentimental que queremos y qué prioridad le
damos? Nombramos algunos que se pueden ejercitar fácilmente en el ámbito
familiar: sentimientos altruistas, pacíficos, nobles, compasivos, diligentes,
alegres, de ilusión,... que serán opuestos a las envidias, egoísmos,
agresividad, crueldad, desidia, amarguras, rabia, decepción,... que pueden
llevar, si estos últimos no se controlan, a graves comportamientos. No nos
podemos olvidar de fomentar los buenos sentimientos y de alejar o saber controlar,
los que se oponen.
¿Cómo podemos educar
buenos sentimientos? El ambiente familiar, sobre cualquier otro, será
determinante. Se trata de cómo se reacciona o comentan las noticias cercanas y
también las más lejanas; de cómo se presentan las diferentes realidades de la
vida y del mundo; de cómo se viven las alegrías y las penas; de cómo nos
admiramos ante la creación en general; de qué lecturas se fomentan;... Así, a
través de los sentimientos se conseguirá que se eduquen virtudes, se ordenen
los valores y se adquiera la madurez humana abierta al bien propio y al de los
demás.
Deberíamos conseguir
que los hijos fueran capaces de gobernar sus sentimientos, de gestionarlos
convenientemente, para que los condujeran a hacer el bien. También, que fueran
capaces de influir positivamente en los sentimientos de los demás y no de
manera interesada como hacen la publicidad y el marketing.
Desde hace unos años
se habla de las inteligencias múltiples y en particular de la inteligencia
emocional que precisamente agrupa un conjunto de habilidades psicológicas que
nos permiten apreciar y expresar de manera equilibrada nuestros propios
sentimientos y emociones, entender los de los otros, y utilizar esta
información para guiar nuestra forma de pensar y nuestro comportamiento.
Reflexionar y valorar la importancia de este aspecto de la inteligencia y cómo
educarla, podría ser motivo de otro artículo.
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