Actitudes: 12 - Saber esperar

   Saber esperar

"Saber esperar" es no buscar o no exigir una respuesta inmediata a todos nuestros deseos.

Es algo que deberíamos enseñar a los hijos para que aprendan que las cosas que valen la pena no se consiguen en el instante en que se desean, sino que necesitan, muchas veces, tiempo, esfuerzo, exigencia y sacrificio.

La propia madurez de las personas requiere tiempo. Algunos hechos como el desarrollo de los medios de información, televisión, internet,... hacen posible que los niños aprendan a un ritmo vertiginoso sin necesidad de la intervención de los adultos. El conocimiento prematuro de algunas cosas sin asimilarlas en profundidad y sin valorar sus implicaciones morales puede traer como consecuencia que los niños, los adolescentes, se vuelvan más pragmáticos y menos idealistas.


A veces, parece que, por algunos, lo que no se puede conseguir rápidamente, acaba teniendo poca importancia y no está presente en su actuación. Se quiere llegar lejos a toda prisa y se buscan resultados inmediatos. Muchos anuncios se basan en esta idea de conseguirlo rápido y fácilmente: aprender un idioma, adelgazar, perfumes que aseguran el éxito...

Se deberá luchar, en la educación de los hijos, contra estas ideas. Los padres, a veces, satisfacen demasiado pronto los deseos de sus hijos, sin darse cuenta de que, así, no les están ayudando porque no los preparan para proponerse retos importantes que necesitan tiempo para conseguirlos.

Hay diferentes síntomas que podemos detectar fácilmente y que son causa de este no saber esperar: el niño que no soporta está en el banquillo cuando juega su equipo deportivo porque no sabe esperar su oportunidad; la constante atención al móvil, respondiendo al instante a cualquiera de sus reclamos; algunos trabajos escolares sacados de internet con un rápido "cortar y pegar"; noviazgos con relaciones prematuramente íntimas;...

Hay actividades que pueden ayudar a desarrollar este "saber esperar" porque requieren tiempo y esfuerzo: aprender a tocar un instrumento musical; aprender algún idioma; desarrollar con cierto rigor alguna afición (pintura, fotografía,...); hacer alguna colección (mariposas, insectos,...); y, por supuesto, algún plan de mejora personal en algún aspecto de su formación. Cuando son mayores dedicarse a hacer de monitores de actividades del tiempo libre o en la catequesis de los más pequeños permitirá reconocer, también, el esfuerzo y el tiempo que requiere el servicio a los demás, junto con la satisfacción que supone.

Habrá situaciones no agradables que vendrán impuestas pero que también se tendrán que aprovechar para que aprendan a aceptar las molestias y esperar con ilusión su solución: una enfermedad larga o una lesión que le incapacita parcialmente; la pérdida de alguna posesión que se ha echado a perder (la bicicleta, el ordenador,...); las burlas de algún compañero; la constatación de sus limitaciones en el estudio o en algún deporte;...

Dos virtudes a tener en cuenta para saber esperar, serán:
-La Virtud de la templanza, que supone el dominio firme y moderado de la razón sobre el deseo, permitirá proponerse ideales elevados que lleven a una satisfacción profunda en lugar de buscar el placer superficial e inmediato.
-La Virtud de la paciencia está relacionada con este saber esperar, porque ayudará a soportar las molestias cuando lo que se desea tarda en llegar.

"Saber esperar" es, también, algo que necesitan los padres porque la educación de sus hijos requiere su tiempo y los resultados no son inmediatos. De hecho la clave del educador es la paciencia. Lo es porque la propia tarea de educar presenta sus dificultades, y lo es porque en las actuaciones del educando no se perciben, a menudo, los frutos al momento. Por otra parte, los hijos necesitan reconocer la paciencia de sus padres en cuanto a su aceptación y comprensión, y deben constatar, siempre, que están dispuestos a escucharlos y que los aman. Sin embargo, los padres no se resignarán pasivamente a aceptar lo que sus hijos hacen o dicen  sino que tendrán el deber de indicarles en el momento oportuno, cuando sus actuaciones no sean adecuadas, la justa indignación controlada por la razón y en el momento oportuno.

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