¿Con quien estan los hijos?
-“¿quiénes se ocupan
de darles diversión y entretenimiento?”
-“¿quiénes entran en
sus habitaciones a través de las pantallas?”
- “¿a quiénes los
entregan para que los guíen en su tiempo libre?”
Ante estas preguntas haríamos las siguientes
consideraciones:
-El afán de los padres para
resolver el tiempo libre de sus hijos lleva a veces a recurrir a actividades
con las que se busca más tenerlos ocupados, a que sean una auténtico
complemento de su formación. Se deberían elegir de manera que se conozcan las
personas responsables de estas actividades y el ambiente que se respira en
ellas. Esto vale para clases de idiomas, música, estudio dirigido, deportes,
etc. A veces, se deberá priorizar el
valor formativo por encima del objetivo propio de la actividad.
-A través de las diversas
pantallas (ordenador-Internet, videoconsolas, televisión, etc.) pueden entrar
todo tipo de personajes y situaciones virtuales que en ningún momento
quisiéramos que los conocieran ni que las vivieran como reales. Para que
continúen viviendo en el mundo real, hay que evitar el uso excesivo de estos
medios controlando los tipos de juegos y situaciones que se dan, por eso es
prudente que estas pantallas no estén situadas en las habitaciones, localizándolas
en lugares comunes donde todos puedan ver lo que se está haciendo. Por otra
parte, se debe evitar al máximo que la televisión pierda su componente familiar
y se convierta en una oferta de consumo individual, sin control por parte de
los padres.
-Se han de tener momentos para
estar con los hijos, disfrutando con ellos de las cosas sencillas y
cotidianas: la conversación, el paseo, la naturaleza. Procurando pasarlo bien
en familia y creando oportunidades para hacerlo juntos: celebraciones de
cumpleaños, excursiones,... No se trata de hacer cosas especiales, sino hacer
especial el hecho de estar juntos. Así se creará un ambiente de confianza y
comunicación que convertirá a los padres en el principal referente.
El Papa Francisco nos da la
respuesta adecuada:
“Sólo los momentos que pasamos con ellos, hablando con sencillez y
cariño de las cosas importantes, y las posibilidades sanas que creamos para que
ellos ocupen su tiempo, permitirán evitar una nociva invasión.”
Evitar esta nociva invasión
supone pues:
-Preguntarnos si hablamos con
sencillez y afecto de las cosas importantes. Si dedicamos el tiempo necesario,
con el lenguaje propio para cada edad, con la serenidad y paz que corresponde,
y si sabemos escuchar sus dudas e inquietudes para darles la respuesta
adecuada. Deberíamos preguntarnos también si sabemos cuáles son las cosas
importantes para ellos, qué cosas les interesan o les preocupan en el momento
en que se encuentran.
-Preguntarnos, por otra parte, si
les hemos sabido dar herramientas para ocupar de forma sana su tiempo libre y
de ocio. Si bien las pantallas deberán tener su tiempo, se habrá de procurar
que otras aficiones también lo tengan: la lectura, el ejercicio físico, los
juegos de mesa, los amigos, etc.
-Preguntarnos, también, si los hemos preparado para evitar los
riesgos que se pueden dar en la relación con los demás. Se trata de saber
elegir bien los amigos y los ambientes, pero también de saber evitar o afrontar
con prudencia y fortaleza, ambientes más problemáticos.
El Papa Francisco termina este
punto 260 diciendo:
“Los
padres deben orientar y prevenir a los niños y adolescentes para que sepan
enfrentar situaciones donde pueda haber riesgos, por ejemplo, de agresiones, de
abuso o de drogadicción.”
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