¿Dónde están los hijos?
En la exhortación apostólica “Amoris laetitia” en el punto
261 del capítulo 7º: “Fortalecer la educación de los hijos”, el Papa Francisco
nos plantea que “la obsesión no es
educativa, y no se puede tener un control de todas las situaciones por las que
podría llegar a pasar un hijo.”
Anima a los padres a generar procesos más que a dominar
espacios: “Si un padre está obsesionado
por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, sólo
buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo
preparará para enfrentar los desafíos.”
Si una mal entendida autoridad llevara a los padres a sólo
controlar, prohibir o castigar, estarían equivocando el verdadero sentido de la
autoridad que, por encima de todo, ha de tener el sentido positivo para ser
guía en la exploración i descubrimiento de valores, de ánimo ante el necesario
esfuerzo que el proceso de maduración requiere, estímulo para tomar decisiones
i promotora del necesario espíritu crítico.
Como dice el Papa
Francisco: “Lo que interesa sobre todo es
generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de
capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía.“
El principal objetivo como padres es, pues, ayudarles a que
sean personas libres y autónomas o sea a enseñarles a hacer un buen uso de su
libertad. Como dice el Papa Francisco esto es un proceso, un proceso que
requiere tiempo, y que los padres tienen la obligación de velarlo, para
impulsarlo por un lado y para evitar tropiezos irreparables por otro. Deberán
explicar que la verdadera libertad no consiste en hacer lo que se quiere, sino
en querer libremente el bien y, por eso, los padres tienen la obligación y
responsabilidad de mostrarlo afablemente.
Más adelante nos dice dónde tenemos que encontrar al hijo: “La gran cuestión no es dónde está el hijo
físicamente, con quién está en este momento, sino dónde está en un sentido
existencial, dónde está posicionado desde el punto de vista de sus convicciones,
de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de vida.”
“¿Intentamos comprender “dónde” están los hijos realmente en su camino?”
“¿Dónde está realmente
su alma, lo sabemos?”
“Y, sobre todo,
¿queremos saberlo? “
No nos podemos quedar sólo con los datos externos que aportan
los hijos, sino que debemos procurar comprender su interior, su alma, para
saber dónde está realmente. ¿En qué tienen ocupado su corazón? ¿Qué piensan?
Debemos tener en cuenta que la vida de un niño, de un adolescente, de una
persona, nace y se configura en función del mundo de su pensamiento, de su
interior.
A veces, puede suceder que sólo actuamos cuando algunos datos
externos presentan alguna deficiencia clara que nos alarma: malas notas, unas
continuadas salidas de tono,... y entonces puede ser tarde o, al menos,
habremos perdido la ocasión de anticiparnos.
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