Para obrar bien
En el punto 265 (capitulo 7º) de la exhortación apostólica
Amoris Laetitia el Papa Francisco nos dice:
“Para obrar bien no
basta « juzgar adecuadamente » o saber con claridad qué se debe hacer —aunque
esto sea prioritario—. Muchas veces somos incoherentes con nuestras propias
convicciones, aun cuando sean sólidas. Por más que la conciencia nos dicte
determinado juicio moral, en ocasiones tienen más poder otras cosas que nos
atraen, si no hemos logrado que el bien captado por la mente se arraigue en
nosotros como profunda inclinación afectiva, como un gusto por el bien que pese
más que otros atractivos, y que nos lleve a percibir que eso que captamos como
bueno lo es también «para nosotros» aquí y ahora.”
El Papa Francisco advierte de la fragilidad humana que puede
llegar a actuar en contra de la propia conciencia. Aunque nos parezca que
tenemos asumido lo que está bien y lo que está mal, la fragilidad de la
voluntad puede hacernos errar en nuestro actuar, o bien porque nos falta la
necesaria habituación práctica, o bien porque nos falta una auténtica
complacencia en el bien. Ambas cosas están relacionadas y una puede llevar a la
otra.
A veces la conciencia nos hace ver con claridad en la
actuación de los demás lo que está bien o está mal, y en cambio no es tanto así
en la situación concreta con la que nos encontramos cada uno de nosotros (como
dice el Papa Francisco "para nosotros, aquí y ahora"), y nos dejamos
ensimismarnos o engañarnos por compensaciones que nos alejan de hacer el bien.
Una virtud importante para evitar caer en atractivos más
inmediatos, es la templanza que modera la atracción de los placeres, supone el
dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites
de la honestidad. La templanza permite el dominio firme y moderado de la razón
sobre el deseo.
Es evidente que obrar el bien, a menudo exige esfuerzo y
sacrificio, pero con ellos logramos un bien mayor, más grande, quizás no tan
inmediato pero que nos hace más personas.
Los padres son decisivos para presentar el bien atractivo.
Cuando los hijos son pequeños la respuesta afectiva de los padres será
suficiente para hacerles ver que lo están haciendo bien, de mayores será
necesario, también, hacerles ver la utilidad práctica del bien, la conveniencia
de hacerlo.
“Una formación ética
eficaz implica mostrarle a la persona hasta qué punto le conviene a ella misma
obrar bien. Hoy suele ser ineficaz pedir algo que exige esfuerzo y renuncias,
sin mostrar claramente el bien que se puede alcanzar con eso.”
Habrá que luchar, por tanto, contra el reduccionismo actual en
el que la felicidad es comodidad, placer y pasarlo bien, y en el que el
esfuerzo y la renuncia son equivalentes a la infelicidad. El ejemplo de los
padres con su vida será un referente importante para los hijos. Deberán evitar
presentar el bien como algo pesado y aburrido, al contrario, con su ejemplo
amable y alegre lo presentarán como lo que es: lo que nos lleva a la verdadera
felicidad.
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