Capacidad de esperar

En el punto 275 (capítulo 7º) de la exhortación apostólica Amoris Laetitia el Papa Francisco nos habla de educar la capacidad de esperar: 

“En este tiempo, en el que reinan la ansiedad y la prisa tecnológica, una tarea importantísima de las familias es educar para la capacidad de esperar.”

Tendríamos que enseñar a los hijos que las cosas que valen la pena no se consiguen en el momento que se desean, sino que necesitan, muchas veces, mucho tiempo.

Sigue diciendo el Papa

“No se trata de prohibir a los chicos que jueguen con los dispositivos electrónicos, sino de encontrar la forma de generar en ellos la capacidad de diferenciar las diversas lógicas y de no aplicar la velocidad digital a todos los ámbitos de la vida.”

Adquirir la madurez requiere tiempo, i la velocidad digital posibilita que los niños aprendan a un ritmo vertiginoso sin necesidad de la intervención de los adultos, pero este conocimiento prematuro de algunas cosas sin asimilarlas en profundidad y sin valorar sus implicaciones morales puede traer como consecuencia que los niños, se vuelvan más pragmáticos y menos idealistas.

Hay actividades que pueden ayudar a desarrollar esta capacidad de esperar porque requieren tiempo y esfuerzo: aprender a tocar un instrumento musical; aprender algún idioma; desarrollar con cierto rigor alguna afición (pintura, fotografía,...); hacer alguna colección (mariposas, insectos,...); y, por supuesto, algún plan de mejora personal en algún aspecto de su formación. 

Habrá situaciones no agradables que vendrán impuestas pero que también se tendrán que aprovechar para que aprendan a aceptar las molestias y esperar con ilusión su solución: una enfermedad larga o una lesión que le incapacita parcialmente; la pérdida de alguna posesión que se ha echado a perder (la bicicleta, el ordenador,...); etc.

 El Papa Francisco nos alerta: 

“Cuando los niños o los adolescentes no son educados para aceptar que algunas cosas deben esperar, se convierten en atropelladores, que someten todo a la satisfacción de sus necesidades inmediatas y crecen con el vicio del «quiero y tengo». Este es un gran engaño que no favorece la libertad, sino que la enferma.”

A veces, parece que, por algunos, lo que no se puede conseguir rápidamente, acaba teniendo poca importancia y no está presente en su actuación. Se quiere llegar lejos a toda prisa y se buscan resultados inmediatos. Muchos anuncios se basan en esta idea de conseguirlo rápido y fácilmente: aprender un idioma, adelgazar, perfumes que aseguran el éxito...

Hay diferentes síntomas que podemos detectar fácilmente y que son causa de este no saber esperar: el niño que no soporta está en el banquillo cuando juega su equipo deportivo porque no sabe esperar su oportunidad; la constante atención al móvil, respondiendo al instante a cualquiera de sus reclamos; algunos trabajos escolares sacados de internet con un rápido "cortar y pegar"; noviazgos con relaciones prematuramente íntimas;etc.

El papa Francisco nos da el motivo para educar la capacidad de esperar:

“En cambio, cuando se educa para aprender a posponer algunas cosas y para esperar el momento adecuado, se enseña lo que es ser dueño de sí mismo, autónomo ante sus propios impulsos. Así, cuando el niño experimenta que puede hacerse cargo de sí mismo, se enriqueces su autoestima. A su vez, esto le enseña a respetar la libertad de los demás.

El Papa Francisco concluye este punto: 

“En una familia sana, este aprendizaje se produce de manera ordinaria por las exigencias de la convivencia.”

Efectivamente en una familia sana son habituales los momentos y circunstancias en los que se enseña a saber esperar, i en los que se ejercitan, entre otras dos virtudes importantes: la templanza, que supone el dominio firme y moderado de la razón sobre el deseo; i la paciencia que está relacionada con este saber esperar, porque ayudará a soportar las molestias cuando lo que se desea tarde en llegar.

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