La sanción como estímulo
El Papa Francisco nos habla del valor de la sanción como
estímulo en los puntos 268-270 de la Amoris Laetitia.
La sanción es necesaria en educación porque: “es indispensable sensibilizar al niño o al
adolescente para que advierta que las malas acciones tienen consecuencias.”
Para hacerlos responsables de sus acciones deberán utilizarse
en algún momento las sanciones (correcciones, castigos), procurando ser
positivos más que negativos. A veces los padres solo actúan para reprochar y
castigar fechorías, y el niño necesita, también, el elogio y la aprobación de
la persona que quiere y admira: padre, madre, maestro, amigo, etc.
La educación eficiente requiere un clima de valoración
positiva. por este motivo hemos de procurar que el número de elogios o
felicitaciones sea más grande que el de las sanciones. Hemos de procurar,
también, que supongan un estímulo positivo, y lo serán si seguimos las
indicaciones del Papa Francisco:
Los padres no deben esconder que ellos tampoco lo hacen todo
bien. Los hijos no necesitan padres perfectos, sino padres que luchan para
intentar hacerlo cada día un poco mejor. De todas maneras, hay una cosa imprescindible
que nos señala el Papa Francisco:
“Pero uno de los
testimonios que los hijos necesitan de los padres es que no se dejen llevar por
la ira. El hijo que comete una mala acción debe ser corregido, pero nunca como
un enemigo o como aquel con quien se descarga la propia agresividad.”
Y no podemos olvidar que:
“Además, un adulto debe
reconocer que algunas malas acciones tienen que ver con la fragilidad y los
límites propios de la edad. Por eso sería nociva una actitud constantemente
sancionatoria, que no ayudaría a advertir la diferente gravedad de las acciones
y provocaría desánimo e irritación.”
La actitud sancionadora, la disciplina en general, tiene un
objetivo: ser estímulo para hacerlo mejor.
“Lo fundamental es que
la disciplina no se convierta en una mutilación del deseo, sino en un estímulo
para ir siempre más allá.”
El Papa Francisco se pregunta:
“¿Cómo hacer para que
la disciplina sea límite constructivo del camino que tiene que emprender un
niño y no un muro que lo anule o una dimensión de la educación que lo
acompleje?”
“Hay que saber encontrar un equilibrio entre
dos extremos igualmente nocivos: uno sería pretender construir un mundo a
medida de los deseos del hijo, que crece sintiéndose sujeto de derechos pero no
de responsabilidades. El otro extremo sería llevarlo a vivir sin conciencia de
su dignidad, de su identidad única y de sus derechos, torturado por los deberes
y pendiente de realizar los deseos ajenos.”
Tendremos que saber encontrar el
punto medio entre los dos extremos.
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