Transmitir la Fe
El Papa Francisco, al final del capítulo séptimo de la
“Amoris Laetitia”, dedicado a la educación de los hijos, nos habla de la
transmisión de la fe y nos dice:
“La educación de los
hijos debe estar marcada por un camino de transmisión de la fe, que se
dificulta por el estilo de vida actual, por los horarios de trabajo, por la
complejidad del mundo de hoy donde muchos llevan un ritmo frenético para poder
sobrevivir.”
A la vez que nos indica que la educación de la fe debe estar
presente en los variados aspectos de la educación de los hijos, nos advierte de
las dificultades que comporta para los padres, dada la agitación y prisa con
que se vive en la sociedad actual.
Pero advierte:
“Sin embargo, el hogar
debe seguir siendo el lugar donde se enseñe a percibir las razones y la
hermosura de la fe, a rezar y a servir al prójimo.”
Si la mejor escuela para aprender a vivir es la familia, porque es
el ámbito vital por excelencia, también lo será para aprender a vivir las
virtudes cristianas que regulan los actos y guían la conducta
según la razón y la fe. Virtudes que proporcionan facilidad, dominio y gozo
para llevar una vida moralmente buena y disponen las potencias del ser humano
para armonizarse con el amor divino.
El Papa nos recuerda:
“La fe es don de Dios,
recibido en el bautismo, y no es el resultado de una acción humana, pero los
padres son instrumentos de Dios para su maduración y desarrollo.”
Como dice el Papa: “no
somos dueños del don sino sus administradores cuidadosos... pero nuestro empeño creativo es una ofrenda
que nos permite colaborar con la iniciativa de Dios”
Como administradores, podríamos resumir los objetivos
educativos de los padres en dos grandes campos de acción: educar virtudes y
ordenar los valores. Educar las virtudes para que sean capaces de hacer el
bien, y ordenar los valores para que den prioridad a lo que más importa, siendo
creativos en la manera de sugerirlos.
Sin olvidar, que el ejemplo de los padres, en la transmisión
de la fe, será un factor decisivo en el proceso de maduración, tal como señala
el Papa:
“La transmisión de la
fe supone que los padres vivan la experiencia real de confiar en Dios, de
buscarlo, de necesitarlo,…”
El ejemplo siempre, pero en la transmisión de la fe en
especial, es el bien más preciado que los hijos pueden recibir de sus
padres. Para que sea efectivo, debe ser natural, lejos de cualquier
ficción y debe estar en la manera de hacer habitual. No debemos atraer la
atención hacia él, porque, entonces, la ostentación en que va envuelto, impide
ver su verdadero valor. Han de ver en los padres que su vida de fe no se
queda en la necesaria vida de piedad, sino que los lleva a luchar para ser
mejores personas en su relación con los demás. Los hijos no necesitan padres
perfectos sino padres que luchan por hacer las cosas un poco mejor cada día. El
ejemplo es una lección que se enseña mejor cuando menos se pretende dar y será
la mejor manera en que los padres se harán entender por sus hijos.
El Papa Francisco nos da algunas pautas de actuación:
“Los niños necesitan
símbolos, gestos, narraciones. Los adolescentes suelen entrar en crisis con la
autoridad y con las normas, por lo cual conviene estimular sus propias
experiencias de fe y ofrecerles testimonios luminosos que se impongan por su
sola belleza. Los padres que quieren acompañar la fe de sus hijos están atentos
a sus cambios, porque saben que la experiencia espiritual no se impone sino que
se propone a su libertad.”
Hemos de saber explicarles que Dios creador nos quiere como
un Padre, que Jesús Dios se hizo hombre para salvarnos del pecado, de ese
pecado que debilita la naturaleza humana para actuar correctamente, que este
Jesús resucitó y está presente en la Eucaristía y es nuestro amigo dispuesto
siempre a ayudarnos, que lo podemos recibir y visitar en el sagrario, que nos
dio a su madre, la Virgen María, como madre nuestra,… Hemos de saber explicarlo
con palabras sencillas, adecuadas a cada uno y sugiriendo escenas para poner en
práctica el amor a los demás.
También señala:
“Es fundamental que los
hijos vean de una manera concreta que para sus padres la oración es realmente
importante. Por eso los momentos de oración en familia y las expresiones de la
piedad popular pueden tener mayor fuerza evangelizadora que todas las
catequesis y que todos los discursos.”
En la familia confiamos en Dios y por tanto nos dirigimos a
Él para solicitar su ayuda en muchas cosas. Los padres, también, deben pedir
luces a Dios para educar bien a sus hijos. A veces será más provechoso hablar a
Dios de nuestros hijos que hablar a nuestros hijos de Dios. En todo caso hay
que hablar a nuestros hijos con el ejemplo más que con palabras, aunque a veces
será necesario también dar las razones
de nuestro comportamiento.
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