Padres: 15 - Enseñar a volar

Enseñar a volar

He leído, no hace mucho, una cita de una santa, la Madre Teresa de Calcuta, que dice así:

"Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo. Enseñarás a soñar pero no soñarán tu sueño. Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida. Pero en cada vuelo, en cada sueño, en cada vida estará la huella del camino enseñado."

Es una buena reflexión tanto para los padres como para los hijos, también para maestros, profesores, alumnos, estudiantes,... Me ha hecho pensar en el primer artículo que se publicó en este blog. Se titulaba: "Raíces y alas" y recogía una cita que decía así: "Tenemos que dejar dos legados a nuestros hijos: uno raíces y el otro alas" y nos preguntábamos si era posible que estos dos legados fuesen objetivos de la misma tarea, la educativa, cuando parecen contradictorios: las raíces fijan en la tierra y las alas sirven para todo lo contrario, para volar.

La respuesta que se daba era que sí: se trataba de dar, durante el proceso educativo, por un lado, fundamentos sólidos y modelos de referencia que dieran respuestas seguras y firmes a muchas cuestiones de la vida (raíces) y, también, conseguir la autonomía y la iniciativa necesaria para ser capaces de hacer un buen uso de su libertad (alas).

Se trata de encontrar, en cada momento, el equilibrio idóneo entre estos dos grandes objetivos. Y eso no es fácil, porque podemos decantarnos hacia un lado o hacia el otro de este equilibrio.

Cuando la autoridad de los padres deja de ser un servicio para guiar en la exploración de los valores; deja de ser un estímulo para ayudar a tomar decisiones correctas y deja de ser ánimo para el esfuerzo que el proceso de maduración exige; cuando pasa a ser un autoritarismo, o sea una autoridad que no se gana sino que se impone con rigidez y control excesivo; cuando un proteccionismo angustioso se propone evitar cualquier tipo de malestar o peligro al hijo; entonces ese punto de equilibrio se desplaza y se está exagerando con las raíces y se cortan las alas, y tienen dificultades para volar. O bien, llegan a un punto de rebeldía que les hace despreciar y rechazar todo los intentos de sus padres, y entonces vuelan pero sin saber a dónde, como un pájaro enjaulado que se escapa de su prisión.

Cuando por comodidad, o por una mala entendida teoría educativa de que los hijos tienen que aprender por su cuenta, se deja hacer como si lo que tienen que aprender ya les llegará de alguna manera a través de no se sabe qué o a través de su propia experiencia; cuando no se interviene o se interviene con frecuentes incoherencias; cuando los padres se vuelven permisivos, pasivos, y les parece que no tienen que cortar en ningún momento la espontaneidad de sus hijos; entonces el punto de equilibrio también se pierde y los hijos también terminando volando,... pero sin norte.

Encontrar ese punto de equilibrio en la tarea educativa requiere reflexionar constantemente dónde se está, en cada momento y en cada hijo, ya que el proceso de maduración es dinámico, no es estático. No es lo mismo para cada hijo, porque en función del temperamento y el carácter de cada uno se tendrá que desplazar en un sentido o en otro. A unos se les deberá fijar más en el suelo y en otros se les deberá animar a tomar más iniciativas.

Por otra parte en función de la edad y a medida que vayan creciendo es evidente que la manera de propiciar cada uno de estos objetivos será diferente, y no podemos olvidar que el objetivo final de los padres es, precisamente que los hijos levanten el vuelo para ejercer su libertad, una libertad moldeada por la verdad.

Por ello, retornando a la cita con la que hemos comenzado, deberíamos poder encontrar en cada vuelo, en cada sueño, en cada vida de nuestros hijos, la huella de lo que se ha intentado enseñar: la verdad.

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