Objetivos: 9 - Enseñar a pensar

             Enseñar a pensar

En un mundo en el que un intenso ritmo de vida nos puede hacer pasar de una actividad a otra sin plantearnos mucho los motivos, en que la técnica nos permite utilizar un televisor, un ordenador, un móvil, un coche, sin entender del todo cómo funcionan pero sí para qué sirven, en el que el consumismo materialista impulsado por la propaganda y la publicidad nos hace desear más y más cosas, en un mundo como éste en el que vivimos, hace falta un esfuerzo especial para lograr que el pensar vaya por delante del actuar para que nuestra actividad tenga sentido, que entender las cosas vaya por delante de utilizarlas para usarlas mejor, y que el ser vaya por delante del poseer para no perder la verdadera identidad del hombre.

Pensar, entender, ser, he aquí tres características fundamentales del hombre que no pueden quedar subordinadas a nada, que deben estar muy presentes en la acción educativa y que no deben quedarse atrás.

Tenemos que conseguir que el actuar no sea consecuencia de unas circunstancias externas que llevan o arrastran a hacer unas determinadas cosas, o que obedezca a unos impulsos determinados (placer, éxito social, poseer,...) que no proceden propiamente de las facultades más nobles del hombre. Que los motivos que muevan a nuestros chicos y chicas no sean, porque está de moda, porque todo el mundo lo hace, o porque van todos. Debemos ayudar a formar personas con criterio, que no se dejen llevar fácilmente y que se muevan por iniciativa propia.


Debemos animarles a entender las cosas empezando por lo más fundamental: el mundo, el hombre, su historia, la lengua que nos permite comunicarnos, el arte en todas sus manifestaciones,... Debemos ayudarles a plantearse y resolver aquellas preguntas fundamentales de la vida que no se pueden dejar de formular: qué somos, para qué estamos en este mundo, cuáles son los valores esenciales, etc.

Debemos enseñarles a pensar, a reflexionar, a analizar las situaciones en que nos encontramos, a no caer en eslóganes simples, a ser objetivos en los juicios, a intentar comprender a los demás, a captar la realidad con toda su complejidad, a buscar la verdad... Deben adquirir la capacidad de dialogar. Los padres deben encontrar ocasiones para hablar con sus hijos y fomentar un diálogo coherente y lleno de contenido sobre todas las cosas.

La especialización cada vez mayor de los estudios superiores y también de la enseñanza secundaria, con un cierto olvido de las humanidades, hace que junto con las ventajas que se pretenden alcanzar, se corra el peligro de una dispersión de conocimientos sin un fundamento claro, sin una perspectiva amplia y sin saber, por tanto, hacia dónde ir.

Se hace necesario superar esta dispersión de conocimientos y actividades, y orientarlos hacia la unidad de la persona humana como ser abierto a la trascendencia. Por eso tenemos que formar a los chicos y chicas para que sin prescindir del caudal de información y conocimientos, sean capaces de pensar a fondo en su tiempo, compartiendo sus problemas y comprometiéndose a orientar vías de solución. Para ello, deberán mantenerse firmes en la resolución de aprender a pensar de manera rigurosa, libre y abierta, de entender los problemas del mundo y de los hombres, de ser ellos mismos mejores como personas.

En el quehacer educativo, no se puede perder de vista que junto con la avalancha de conocimientos, informaciones y técnicas que hacen al hombre experto, eficiente, informado o instruido, debemos saber dar la capacidad de pensar, de reflexionar, de contemplación comprensible del mundo y de mejora personal que lo harán más sabio y más formado para hacer un mundo mejor.

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