Familia: 19 - ¡Feliz Navidad!
¡Feliz Navidad!
La Navidad es para la familia una fuente inagotable de
enseñanzas que debemos saber valorar y aprovechar. Para los cristianos el
pesebre no es un objeto decorativo en nuestros hogares o un juguete para los
niños, sino un lugar privilegiado donde podemos aprender la sencillez, la
humildad, el desprendimiento, la entrega, la alegría, la generosidad, la paz,
el verdadero amor. Todos ellos, aspectos imprescindibles para que el ámbito
familiar ejerza la fundamental tarea educativa que le corresponde.
Pero la Navidad se repite cada año con algunas
características similares a las que sucedieron hace unos dos mil años.
Entonces, no hubo lugar para el nacimiento del niño Jesús ni en las casas de
Belén ni en la posada donde José fue a pedir refugio. Hoy, puede que también en
algunos hogares, llenos de árboles luminosos, con el Papa Noel, con bolas y serpentinas
de purpurina, no haya tampoco un lugar para la verdadera Navidad.
El gran protagonista de la Navidad ya tuvo que refugiarse una
vez en el pesebre de un establo. Puede que continuamos obligándole a esconderse
en un lugar donde será difícil que lo encontremos. Puede ser, también, que
perdamos la Navidad entre las compras de los grandes almacenes, entre los
turrones, los barquillos, el cava y entre la publicidad televisiva, cada vez
más sofisticada de juguetes y perfumes. Y como hace dos mil años, la Navidad
está donde menos se espera que pueda estar.
Si entonces, sólo dos clases de personas llegaron a adorar al
niño Jesús: los pastores y los reyes magos; los sencillos y los doctos;
aquellos que sabían que no sabían nada y aquellos que sabían que no lo sabían
todo; aquellos que no tenían nada y aquellos que estuvieron dispuestos a
dejarlo todo; del mismo modo, hoy, no se puede encontrar el niño Jesús, Dios
hecho hombre, desde el orgullo y la soberbia, desde el consumismo loco o el
egoísmo.
Debemos celebrar la Navidad como lo celebraron José y María,
los pastores y los reyes magos: teniendo un lugar para Él en nuestro corazón.
Debemos celebrar la Navidad recordando que celebrar no
significa necesariamente consumir, que regalar no es siempre comprar y que
estar alegres no implica preparar el terreno con unas cuantas copas de cava
En nuestro hogar colocaremos el pesebre en un lugar
preferente donde estemos a menudo. Lo preparamos con un afecto lo más parecido
posible a como San José debería arreglar el establo para que la virgen María se
encontrara cómoda dentro de la precariedad de los medios. A su lado pasaremos
ratos haciendo compañía a la Sagrada Familia. Cantaremos juntos ante el pesebre
aquellos villancicos entrañables que aprendimos de pequeños. Rezaremos y
enseñaremos a rezar con lo que dicen.
Adornaremos la casa, con la colaboración de todos. Nos
acordaremos de los más necesitados, haremos y enseñaremos a hacer algo por
ellos que comporte desprendimiento y dedicación. Nuestra alegría tendrá sus
raíces en la paz, la generosidad y el amor sincero.
Aprovecharemos los días que tengamos libres para estar en
familia, para asistir juntos a aquellas manifestaciones tradicionales que nos
acercan a la Navidad. Procuraremos visitar familiares más distantes y haremos
llegar a nuestros amigos y conocidos nuestra felicitación sincera.
De esta manera tendremos una... ¡Feliz Navidad!
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