Historias de Belen

Judit

-¡Judit!! ¿Quieres hacer el favor de entrar? ¡Me has de ayudar en la cocina!!

Judit estaba apoyada en el balcón de su casa mirando como pasaban los forasteros. Hacía varios días que llegaba mucha gente a Belén. Se tenían que censar y venían de todas partes. No había oído los gritos de su madre porque estaba distraída viendo la gente que iba de un lado a otro.

Los ha visto llegar, destacaban en medio de tanta gente. Era una pareja joven, el hombre tiraba del asno y ella iba sentada encima del animal. ¡Estaba embarazada! "¡Qué bonita la chica! Qué buena pareja hacen"- piensa Judit. Cuando han pasado por debajo de donde ella estaba, la joven ha levantado la cabeza y la ha saludado con una sonrisa. No ha sabido reaccionar, se ha quedado como un pasmarote impactada por la mirada y la sonrisa de aquella joven. Han desaparecido en la primera esquina.
Sin pensarlo, ha entrado en casa corriendo, ha besado a su madre que venía dispuesta a reprenderle, ha bajado las escaleras y ha salido a la calle para buscarlos.

Estaban a punto de llegar a la posada. Se paran y él entra en la casa. Judit se acerca escondiéndose detrás de un árbol para verla bien. Realmente, ¡es muy bonita! Tiene los ojos cerrados y parece que esté rezando. A Judit le vienen ganas de acercarse a ella y ofrecerle su ayuda. Sale él de la posada y hace un gesto con la cabeza como si no hubiera lugar para ellos. Ella lo anima con una sonrisa. Se paran en un portal y llaman. Es la casa de Jacob. "Uf-piensa Judit- es el más tacaño del pueblo. Y más allá la casa de Rebeca, ¡ésta, es todavía peor!”

Efectivamente, en ninguno de los dos sitios consiguen nada. Entonces Judit tiene una idea. Se acerca a la joven pareja Y les dice: "¿Están buscando un lugar para dormir? ¡Yo conozco uno!".


Samuel

Samuel está triste. Los otros chicos del pueblo se burlan siempre de él. Le cuesta explicar las cosas, se bloquea y no le salen las palabras. Hoy les ha intentado explicar que es muy feo burlarse de las personas y que él no lo ha hecho nunca... pero no ha conseguido ligar tres palabras seguidas y todavía se han burlado más de él. No lo ha podido aguantar, se ha puesto a llorar y se ha escapado corriendo a casa mientras sentía las risas de los otros chicos.

Al llegar a casa ha ido a meterse en cama sin cenar y, tumbado con la ventana abierta mirando las estrellas, pide a Dios que le ayude. Le parece que le habla y que le dice que esté tranquilo, que Él lo quiere y que tiene que estar contento... y poco a poco ha ido cerrando los ojos.

"¡Samuel!!!, ¡Samuel !!!" - oye que le llaman desde la calle. Reconoce la voz: es Judit. Se asoma a la ventana y allí está Judit con cara de ansiedad que le dice: "Samuel, me tienes que ayudar. Vamos no pierdas el tiempo y apresúrate que es muy importante."

Duda, pero ante la insistencia de Judit se viste y sale a la calle. Judit le coge del brazo, lo lleva a un lugar apartado y le dice apresuradamente: "Tenemos que ayudar a un matrimonio joven a pasar la noche en un lugar resguardado. La chica está a punto de dar a luz y me parece que lo hará de un momento a otro. No me acuerdo donde está la Cueva Sombría. ¿Verdad que la conoces? ¡Perfecto! Además tendremos que conseguir comida, agua caliente y alguna manta,..."

Samuel mira a Judit y sonríe. Le cae muy bien. Es la única del pueblo que lo trata con respeto.


Ester

Ester no ha tenido ni un segundo para descansar en toda la tarde. Son días de mucho trabajo. Ha hecho más comidas estos días que en todo el mes pasado. Muchos forasteros vienen a quedarse unos días, por razón del empadronamiento. El local está lleno de gente, el ambiente está muy cargado. La gente se mete donde puede y donde encuentra un poco de espacio. Todo el mundo quiere comer. Todo el mundo quiere beber. Charlan, gritan, cantan... ¡Qué algarabía!!

Tan agobiada está, que casi no se ha fijado en el joven que hablaba con su marido. Ha tenido que atender a un cliente, y luego a otro,... Cuando ha tenido un momento ha ido a preguntarle a su marido que quería aquel joven tan apuesto.

Cuando le ha dicho que venía con su mujer desde Nazaret y que ella estaba a punto de dar a luz dice: "Uf, con el trabajo que tenemos aquí, sólo nos faltaba una chica rompiendo aguas,... Fuera, fuera, has hecho muy bien de decirle que fuera a buscar otro lugar. "

Pero no se ha quedado tranquila. Algo en su interior le ha empezado a inquietar: la conciencia, ¿tal vez? Ha empezado a reflexionar: "¿cómo es posible que sólo mire por mis cosas? ¿Cómo es posible que no me pueda hacer cargo de las necesidades de los demás? Siempre hago cosas, trabajo, no paro, pero ni me pasa por la cabeza que hay gente necesitada de ayuda… "

Ha salido a la calle, hace bastante frío. Ha mirado si veía aquella pareja, pero no había nadie, todo el mundo se había encerrado en su casa. Y ellos, ¿dónde estaban?

Ha vuelto a entrar en la posada pero estaba nerviosa, no atendía a los clientes como debería hacerlo. Su marido la miraba extrañado y le ha preguntado si se encontraba bien. "No, nada bien" -le ha respondido, y ha salido a la calle dispuesta a encontrar a aquella pareja. Ha preguntado en algunas casas si los habían visto, pero no le han sabido dar una respuesta clara.

"¿Lo dejo correr? ... ¿Sería capaz de dormir, sabiendo que una chica está a punto de dar a luz en plena calle? No lo puedo permitir "-se decía Ester. Y entonces, los ha visto. Estaban saliendo del pueblo acompañados de una chica y un chico que conocía: Samuel y Judit.


José y María

Ester se les acerca. Judit le cuenta que los acompañan a la Cueva Sombría donde pueden encontrar refugio. Ester avergonzada ofrece a José i María, que así se llaman aquel matrimonio, que vengan con ella a la posada, pero a ellos les parece que hay demasiada gente y que estarán con más intimidad en el lugar donde les llevan Samuel y Judit. Ester queda impresionada  por la serenidad y la paz que desprenden María y José, y les dice que irá a buscar comida, mantas y todo lo que haga falta... y se lo llevará a la cueva. María le ha dado las gracias con una sonrisa que Ester no olvidará nunca.

Así pues Samuel, Judit, María, José y el asno continúan la caminata hacia la cueva. Samuel es feliz, él sabe cómo llegar y procura ir por el mejor camino para que el asno con María encima, puedan llegar sin problemas.

Después de un buen rato llegan a la cueva. José ayuda a bajar a María del asno y les dice que esperen fuera porque desea preparar un poco el espacio. Entra con el asno y se encuentra con un inquilino que está pacíficamente durmiendo en un rincón: un buey muy grande. Le parece que entre los dos, el buey y el asno, pueden dar calor a aquel improvisado hogar. José, de rodillas, empieza a arrastrar toda la porquería que hay en el suelo. Lo lleva todo a un rincón y coge, de una pila de paja, un buen puñado y lo esparce por toda la cueva para que quede más digna.

En el fondo hay un pesebre para animales. Lo coge, lo limpia, pone paja dentro y un trozo de manta encima. Lo contempla con satisfacción. Enciende un fuego con cuatro ramas que ha encontrado.

Mientras tanto, María, fuera, ha estado con Samuel y Judit que están encantados escuchándola. Al cabo de un rato les dice que tienen que irse a su casa porque sus padres estarán sufriendo al no saber dónde están. Los despide con un abrazo, un beso y con esa sonrisa que siempre tiene. Los chicos le dicen que volverán mañana tan pronto como puedan.

José sale a buscar a su esposa, la lleva dentro de la cueva y la sienta al lado del pesebre.

-Mira María, aquí pondremos a Jesús cuando venga.

María sonríe como siempre hace, pero de repente le cambia la cara... el parto es inminente.


Jesús

Cuando llega Ester, el niño ya ha nacido. Está plácidamente durmiendo mientras María le canta. Ester no se atreve a decir nada, se queda contemplando a María, a José y al niño, al que llaman Jesús. Hay algo especial en aquella escena, la manera como María y José miran al niño, la paz, la sencillez, la ternura, la serenidad de ellos. Incluso el buey y el asno están quietos respetando el sueño de aquel niño que duerme en el pesebre. Algo grande está pasando y no sabe cómo explicárselo.

De repente se oyen unos cantos y un grupo de pastores se acercan a la cueva anunciando el nacimiento del Mesías. Todos llevan regalos para el niño Jesús. Ester, deja las cosas que lleva (comida, mantas, agua,...) donde le dice José, y junto con los pastores que acaban de llegar, adora el niño Jesús, Dios hecho hombre. No sale de su asombro, como puede ser que ella que ha estado a punto de ignorar a aquel matrimonio, puede estar presente en ese momento tan importante. Al cabo de un rato sale corriendo hacia Belén para dar a conocer la noticia. ¿Se la creerán cuando lo explique?

Al amanecer llegan Judit y Samuel. Los pastores ya se han ido. Ven al niño Jesús y la cueva llena de regalos. María les cuenta todo lo que ha pasado y se quedan delante de Jesús adorándolo un buen rato.

¿Se olvidarán de ese momento? ¿Se volverán a encontrar con Él con el paso de los años?

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