Adolescencia: 2 - Una etapa difícil

            Una etapa difícil
Más de un padre de familia si tiene una hija adolescente habrá experimentado en carne propia una escena similar a la siguiente. Una tarde, de sábado quizás, habrá acompañado a su mujer y su hija de quince años a una tienda a comprar una prenda de vestir para la niña. Las cosas suceden más o menos así: se entra en la tienda y la madre comete la equivocación de definirse por una falda, jersey o blusa, o lo que sea, como la que mejor le procedería a la niña. La niña, que no quiere que le diga nadie lo que debe hacer porque ya tiene... ¡quince años!... y quiere ser ella misma, rechaza automáticamente la pieza indicada y escoge otra completamente opuesta en color, forma, estilo, etcétera, ante la desesperación de la madre. Se inicia entonces una discusión entre la madre y la hija y a veces con la dependienta si, inconscientemente decide intervenir para tomar partido o sugerir una posibilidad intermedia. El padre, atónito, incapaz de poner paz, observa como la discusión sube de tono hasta que llega al desenlace: madre e hija salen discutiendo de la tienda sin haber comprado nada, mientras que el padre, pensando que aquello no pasa nunca, intenta pedir disculpas a la dependienta y se promete que no lo van a pillar nunca más (hasta la próxima vez) porque no compensa el mal trago pasado por muy barata que haya salido la compra.


En esta escena se da y se define un rasgo importante de eso que llamamos adolescencia, y que no es más que una época de paso entre la infancia y la edad adulta, donde las personas pasan de ser felices dependiendo de los mayores (padres, profesores ...), a serlo sin tener que depender de nadie.


     El sentimiento, descubrimiento y afirmación de su propio "yo" que tiene lugar al comenzar la adolescencia, llevará al deseo de autonomía e independencia, a un deseo de valerse por sí misma, de escoger su vida y, en definitiva, de ejercer la libertad. Y como esto no es nada fácil y no se aprende en un día, este deseo puede venir acompañado de inseguridad, nerviosismo, inestabilidad, tozudez, afán de contradicción, ganas de ser original, miedo a decidir, poca comunicación con los padres, rebeldía con los mayores y con las normas que le dicen cómo debe comportarse, y un largo etcétera de actitudes a menudo contradictorias porque se mezclan aún con algunas de la niñez.

      Los padres debemos ser conscientes de esta difícil, crítica y necesaria etapa de nuestros hijos, y debemos ayudarles más que nunca, aunque parezca que no lo deseen, conformando nuestra manera de hacer como padres a esta nueva etapa. Ahora especialmente debemos estar serenos (algo muy difícil a veces) y seguros de nuestras convicciones, que será necesario revisar y razonar sabiendo que el mejor argumento es el ejemplo. Todo ello con más afecto que nunca y estando disponibles sin angustiarse con cosas que no son en el fondo importantes: color de la blusa, alargada del pelo, etcétera.

         Debemos ayudarles a que se conozcan y que conozcan su entorno, que adquieran una correcta noción de la libertad, que aprendan a convivir, a utilizar bien el tiempo libre y a defenderse, si es necesario, de la influencia negativa del ambiente.

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