Padres: 2 - Lo más importante

Lo más importante

Si me preguntaran por lo que creo más importante para la educación de los hijos y me hicieran optar por una sola cosa, no dudaría mucho. Apostaría, un poco por intuición y un poco basándome en la observación diaria, por la estimación sincera en el matrimonio.

Si tuviera que razonarlo o de buscar una argumentación que lo justificara, diría que el primero y más natural y por tanto el más importante ámbito educativo es la familia y ésta se constituye y tiene su punto de partida en el amor de los cónyuges. De ahí que este amor, elemento básico en la formación de la familia, como fundamento y apoyo de ella, lo sea, también, de toda su misión educativa.

Es en esta comunidad de amor y de vida que es la familia, donde mejor puede tener lugar la comunicación vital para educar. De hecho, es el lugar donde las personas, los hijos, se aceptan por lo que son y esta aceptación es, además, permanente, porque lo que se acepta es lo de la persona que no cambia y eso da la seguridad necesaria que el proceso de maduración requiere y que los hijos necesitan para hacer las cosas bien y para proponerse mejorar.

Una comunidad del tipo que sea: política, social, etc., que se ha constituido sobre la base de algo: una idea, objetivo o razón de ser, en la medida que dé contenido, llene de valor y sea fiel a lo que ha servido para generarla, conseguirá su plenitud. Si, en cambio, deja que se pierda, perderá también sentido y eficacia su misión. Del mismo modo, la familia que tiene sus raíces en el amor conyugal, en la medida que incremente este amor, conseguirá su propia plenitud que incluye la educación de los hijos que vengan.

- Que el matrimonio se quiera y que cada día que pase se quiera más; he aquí el mejor marco educativo que pueden tener los hijos.

- Pero, ¿y si se pierde el amor?

- El amor no se pierde, en todo caso lo dejamos perder. Se puede dejar de amar de la misma manera que se puede amar cada vez más.

- Pero, a veces, sin querer...

- Sin querer, no. El amor es cosa de la voluntad. El acto más propio de la voluntad es querer, y es un acto libre. Somos libres porque podemos querer lo que queramos. Por eso somos responsables de lo que amamos o dejamos de amar.

- Eso quiere decir que debemos tener la intención de amar.

- Efectivamente, teniendo presente que las intenciones deben concretarse.

- ¿Y en qué cosas se deben concretar?

- En compartir la vida, aumentando la confianza mutua y comprendiéndose cada día mejor. Y por eso, conversar, conversar de todo, evitando discusiones innecesarias. Escucharse. Ser oportunos en el planteamiento de algún problema nuevo o pendiente de solución. Evitar comparaciones con otros. No hablar nunca mal de la familia del otro. Saber perdonar, sin mantener los enfados mucho tiempo. Salir juntos, aunque sea sólo para pasear un rato. No caer en el aburrimiento, evitar la excesiva monotonía. Hacer pequeñas "escapadas" juntos. Tener ilusión por hacerlas con motivo de algún aniversario o celebración. Tenerse detalles. Ser delicados en el trato. Buscar ratos de intimidad, demostrarse el cariño. Cuidar el aspecto personal... Mantener las ilusiones antiguas, dejando paso a otras nuevas, compartidas. Los hijos, normalmente, serán una fuente inagotable de ilusiones.

Y su formación un motivo para quererse más.


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