Educar: 3 - Los pequeños dramas familiares

Los pequeños dramas familiares


 En el seno de una familia normal, hay toda una serie de pequeños acontecimientos que pueden turbar la paz familiar si no se saben tomar con la actitud adecuada. Pequeños problemas de la convivencia diaria a los que debemos tratar de poner soluciones para que no se repitan a menudo, pero que no se pueden evitar nunca del todo. Pondremos algunos ejemplos.

     Algunas cosas, no se sabe porque, tienen una tendencia natural a esconderse o desaparecer cuando más las necesitas, y cuando no, parece que te miren descaradamente como provocándote. Las tijeras, por ejemplo. Las utilizan todos los miembros de la familia. Unos, recortan fotografías de alguna revista para los trabajos de historia o geografía y te pueden dejar el último número lleno de agujeros que impiden leer el artículo que te interesa. Otros las utilizan para sus primeros trabajos de costura. El pequeño recorta letras que engancha en su libreta de actividades. La madre cose. Y las tijeras tienen su lugar pero, a veces, cuando las vas a buscar no están, ni las tiene nadie, ni nadie sabe nada: se han escondido. Y no sólo ocurre con las tijeras sino también con otras cosas: el corta-uñas, el destornillador, el esparadrapo, la cinta aislante, el bolígrafo que debe estar al lado del teléfono para tomar notas, la revista del domingo que no se pudo terminar de leer... tienen su lugar, pero, a veces, no están. Y eso pone muy nervioso al padre, o a la madre, y puede significar el inicio de un pequeño drama familiar.

 Los niños saben que no deben jugar a la pelota ni en la habitación, ni en el pasillo, ni en ninguna parte de su casa, pero de vez en cuando lo hacen. Y ensucian la casa. Y se rompen cosas: aquel jarrón que sólo le faltaba un año para celebrar las bodas de plata con nosotros, la figurita que nos regaló la abuela, que ha contemplado impertérrita (la figurita me refiero) y durante muchos años como le pasaban por delante niños y niñas corriendo, saltando, bailando ... hasta que un día, ella sola sin que la toque nadie, cae y se rompe, y debe ser sustituida por otra, más modesta (ya ganará valor con los años) que estará a ser destinada a ser la figurita de la abuela de un futuro hogar.

 Y cuando se rompe algo, algo se rompe también en el equilibrio emocional del padre o de la madre y puede significar el inicio de otro pequeño drama familiar.


      Y los hermanos discuten y se pelean. Y, a veces, las habitaciones no se dejan bastante ordenadas. Y llegan las notas de la escuela. Y tantas y tantas cosas que forman parte de la vida de cualquier familia: pequeños dramas familiares que no podremos evitar completamente y que debemos procurar no convertirlos en tragedias.

    Algunas madres parecen tener vocación frustrada o tardía de heroína de tragedia o de diva de ópera wagneriana. Los padres, a veces, sacamos el "rambo" que llevamos todos dentro y podemos organizar un descalabro tanto o más espectacular que el de la película. Y convertimos el drama en tragedia, y las tragedias no son buenas. No son buenas porque acaban mal, porque encogen el corazón, y porque dejan un sabor amargo durante un cierto tiempo.


       Lo peor que puede pasar es que los padres estén amargados. Si están amargados y airados con sus hijos están en situación de total incapacidad para educarlos. La educación no es un combate, no es una guerra de padres contra hijos. En el hogar no puede haber ni vencedores ni vencidos. No tenemos derecho a perder nuestro control. Nada como la falta de dominio, los nervios y la cólera nos harán perder la autoridad y el prestigio.

       Un poco de buen humor y una buena dosis de paciencia para no convertir en tragedia lo que son sólo pequeños dramas familiares y hacer participar a los hijos en intentar encontrar soluciones, entre todos, a los pequeños o grandes problemas del hogar.

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