Virtudes: 3 - Educar la sobriedad

Educar la sobriedad

No hace mucho, un niño de unos nueve años tenía un reloj que le habían comprado el día de su primera comunión. En días señalados, la madre que lo guardaba en su armario, lo sacaba del estuche y después de darle cuerda y ponerlo en hora lo colocaba con un gesto solemne en la muñeca del niño, el cual, ilusionado, lo llevaba hasta la noche en que se volvía a guardar en su lugar hasta la siguiente oportunidad. Esto ha cambiado notablemente. Hoy es posible encontrar en el cajón de cualquier niño uno o más relojes medio abandonados, tal vez, sólo porque se les han acabado las pilas,... o quizás no lleva reloj porque en su móvil ya tiene la hora.

Este hecho, como tantos otros similares, es señal de muchas cosas: de progreso técnico, de mejora del nivel de vida... pero interesa que nos demos cuenta de la incidencia negativa que puede tener sobre la virtud de la sobriedad si no se toman las medidas oportunas para enseñar a utilizar y usar de las cosas con la moderación necesaria.

La sobriedad es, probablemente, junto con la alegría, la virtud familiar más educativa. La que mejor prepara para la vida. La que permite dominar nuestra vida sin que lo hagan los acontecimientos. La que puede poner a la persona en las mejores condiciones para aguantar lo que venga con optimismo, serenidad, deportividad y espíritu de superación. En la vida en general, la vida familiar, escolar, social, del trabajo... se presentan momentos difíciles, en los que se hace necesario un esfuerzo, a veces heroico, para superarlos con éxito. Si un chico, una chica, no ha sido habituado a la templanza, a la sobriedad, el éxito será poco probable. Porque no sabrá, no querrá o no podrá renunciar a esa comodidad, a aquel descanso, a ese refresco, a aquellas golosinas (chicles, cigarrillos), a aquel sofá, a aquel programa de televisión, a ese cómic, a la moto, a esa prenda de vestir de marca, y a una serie de utensilios deportivos, escolares, etcétera, muchos de ellos innecesarios.


Si decimos que se trata de una virtud familiar es porque es importante la actitud de los padres y el ambiente familiar en relación a ella. Si en nuestro mueble-bar están presentes los mejores licores y todo tipo de ellos, si nuestro frigorífico tiene todo tipo de requisitos culinarios - para comer y beber - al alcance de cualquier miembro de la familia y a cualquier hora, si no se controla el horario y el uso de televisión, Internet, videojuegos ... si la calefacción y el aire acondicionado no permiten conocer nunca la verdadera temperatura ambiente, si siempre hay dinero para cualquier capricho, si nunca existe una reflexión previa, serena y delicada ante cualquier dispendio, si el deseo de emular en nuestro entorno social es siempre un objetivo a tener en cuenta ... entonces se puede asegurar un fracaso absoluto en esta virtud.

Algunos padres que han tenido en su infancia, por las circunstancias que sea, una educación sobria, a sus hijos no les niegan nada. Dicen: "yo he sufrido tantas necesidades de pequeño que no quiero que mis hijos las sufran". Lo cual es comprensible hasta cierto punto, pero si esto lleva a rodearlos de todo tipo de comodidades y cosas materiales, les están haciendo un mal favor. Se debe enseñar desde pequeños a hacer un uso razonado y moderado de las cosas y a saber prescindir de ellas.

Es imposible en mentalidades acostumbradas a no padecer necesidad, exigirles la fuerza necesaria para superar los obstáculos. Se quedarán a mitad de camino, incapaces de aguantar las pequeñas dificultades que rodean normalmente la vida de una persona. Y serán incapaces de enfrentarse con las grandes, que de vez en cuando aparecen.

La educación de la sobriedad, hoy, es más importante que nunca.

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