Virtuts: 1 - Educar la voluntat

Educar la voluntad

            Podríamos decir que los actos propiamente humanos, racionales y libres, provienen de la conjunción de la inteligencia y la voluntad. La primera nos hace saber lo que debemos hacer. La segunda nos lo hace hacer, porque nos da el empuje y la fuerza para hacerlo: nos hace querer hacerlo. Sería una manera sencilla de explicarlo.
       Un ejemplo simple puede servir para aclarar-lo. A las siete de la mañana, cuando suena el despertador, sabemos que nos tenemos que levantar. Nos lo dice la inteligencia. Pero también sabemos que no es suficiente. Necesitamos algo más. Necesitamos de una fuerza que nos haga levantar: la voluntad. Sin ella sería inútil la claridad de ideas de la inteligencia.
       La educación de la voluntad es muy importante y lo es desde los primeros años. Para ello, debemos aprovechar las múltiples situaciones de la vida diaria. Los padres debemos tener claro que educamos fundamentalmente en las cosas pequeñas, en los detalles del día a día. Es donde nos jugamos la educación y la felicidad de nuestros hijos.
       Para educar la voluntad, hay dos vías de incidencia o dos grandes grupos de actuaciones. Por un lado la habituación práctica, o sea la adquisición y refuerzo de hábitos operativos buenos (virtudes). Por otro, la adquisición de criterios morales o sea la instrucción ética (valores). Según las edades será más importante incidir en uno u otro de estos grupos. De pequeños en el primero, de mayores en el segundo.
     
Siguiendo con el ejemplo de antes, cuando suena el despertador a las siete de la mañana y sabemos que toca levantarse, se puede hacer porque se ha desarrollado un cierto hábito, de tal manera que cuando suena algo a nuestro lado que hace "riiiiiiing", se hace un salto al instante. Esto se llama diligencia y es contraria a la pereza. Pero podría ser que lo que nos mueva a hacerlo sea la conveniencia moral o las razones que se tengan en ese momento. Probablemente serán las dos cosas que se combinarán para conseguirlo.
       Para la adquisición y refuerzo de hábitos operativos buenos es necesaria una exigencia en el hacer. Insistiendo repetidamente y exigiendo. Se trata de, mediante la repetición de actos, adquirir una serie de hábitos, que llevarán de forma casi espontánea a hacer las cosas bien. Pero no bastaría, si nos quedáramos sólo con eso. Podríamos educar sólo autómatas con una rutina sin sentido. Para que la educación de la voluntad sea completa se debe incidir en la educación ética. Se debe enseñar a querer y amar el bien por encima de cosas como el placer, el poder, la comodidad y el éxito, que no son más que sus reduccionismos. Ambos tipos de actuaciones serán necesarias. La segunda dará sentido a la primera, y la primera hará posible la segunda, aunque, a menudo, se confundirán entre sí.
       Hitler y Al Capone, por poner ejemplos extremos, probablemente tendrían algunos hábitos de la voluntad bien adquiridos: ¿la constancia?, ¿la laboriosidad?, ¿la audacia?, ¿la fortaleza?. Pero es evidente que no los ponían al servicio del bien. Pero el caso contrario también se puede dar. No hay nada más triste que querer hacer las cosas bien, y no ser capaz por falta de hábitos. Entonces se ha perdido la libertad.
       La educación de la voluntad no puede esperar. Hay que empezar en los primeros años de vida de nuestros hijos. Hoy, es especialmente importante porque en nuestra cultura se dan algunos rasgos que lo hacen especialmente necesario: la posibilidad fácil de satisfacer los deseos al instante, la valoración del placer como razón última de vivir, la incapacidad de reflexión o profundización que se extiende por todas partes, la idea de que las cosas no deben entenderse sino utilizarse, la posibilidad de acceder a la posesión fácil de cosas materiales ... Todo esto no ayuda a educar la voluntad y que ésta incida en el hacer, por encima de la comodidad o el capricho del momento.
       En la exigencia en el día a día, en las cosas pequeñas y desde muy pequeños, estamos educando la voluntad. Cuando insistimos en que se hagan la cama, que cuiden el orden de sus cosas, que cumplan los encargos que tienen en casa, que pidan las cosas por favor, que no desprecien la comida, cuando no accedemos a sus caprichos... y les explicamos las razones para ello, educamos la voluntad, educamos las virtudes que darán seguridad y sentido a su vida.
       Una persona, a quien se ha educado en virtudes, llevará su vida y no será llevado. Dispondrá de sí mismo, será libre. En caso contrario, si no tiene voluntad, será un títere de las circunstancias, del estado de ánimo, arrastrado por cualquier estímulo que le llevará de un lado a otro. Será una persona caprichosa, inconstante, voluble, que hará lo que le place y no lo que quiere, porque será incapaz de querer, será un consentido y un mal criado. En cambio, una persona con la voluntad educada con virtudes bien adquiridas, gobernará su vida, será libre.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Virtudes: 11 - Espíritu de servicio

Objetivos: 7 - El valor de la amistad en los hijos

Virtudes: 16 - Tono humano