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Premios y castigos


En la educación de los hijos, la actitud que se toma ante los premios y castigos tiene importancia porque es una manera que tienen los padres de orientar las conductas.

Por si puede servir, he aquí algunas ideas recogidas de los libros y de la experiencia:

- Positivos antes que negativos. A veces los padres sólo actuamos para reprochar o castigar fechorías. Las personas, pequeñas y grandes, necesitamos (en el trabajo también) que se nos felicite cuando lo hacemos bien. El niño necesita, por tanto, el elogio y la aprobación de la persona que ama y admira: padre, maestro, amigo... La educación eficiente requiere un clima de valoración positiva. Es por este motivo que debemos procurar que el número de elogios o felicitaciones sea mayor que el de reproches o castigos. Si no es así, estamos jugando en campo contrario, a la defensiva. El castigo puede evitar en el mejor de los casos que se hagan las cosas mal en el futuro. El ánimo y la aprobación en un clima de confianza y afecto puede hacer mucho más: empujar con un enorme impulso e ilusión a hacer las cosas bien.

- Si bien tenemos que ser positivos y felicitar, no debemos hacerlo siempre, por todo y de forma excesiva e inmoderada. Podríamos conducirlos hacia un orgullo desmedido o una inmadurez permanente que les llevaría a necesitar siempre del aplauso de los demás. Animar positivamente no significa halagar. La peor de las educaciones sería tomar por genialidades todas sus gracias, incluso sus pequeñas salidas de tono.


      La aprobación y el elogio es bueno que tenga las siguientes características:


- Debe estar dirigida a aquellos que más la necesitan por su carácter y en aquellas cosas que más les cuesta. Debemos ser oportunos en el momento y las circunstancias. Es más eficaz alabar con oportunidad el esfuerzo en la superación de un defecto, aunque sea momentáneo, que no cualidades que son de sobra conocidas.


- No debe ser solemne ni aparatosa sino sencilla y natural. Debe salir de la conversación normal como si no nos costara esfuerzo y como consecuencia de una actitud interior nuestra que demuestra la atención y cariño que nos merecen.

- Es mejor que vaya dirigida a la tarea o trabajo bien hecho, más que directamente a la persona. Alabar lo que se ha hecho bien, y no tanto a quien lo ha hecho bien. La acción más que el actor.

- Hemos hablado de felicitar, de aprobar, de elogiar sin necesidad de recurrir a premios materiales. Deberíamos tener mucho cuidado en prometer de antemano premios por cosas que deberían tener otras motivaciones o razones para hacerse. Si en algún caso se opta por un premio material es conveniente que tenga relación con la conducta a valorar o que conecte y permita fomentar aficiones personales buenas: deportivas, culturales, deportivas,...

- Una buena manera de premiar el haber conseguido una meta o un logro concreto: un examen, la superación de un nivel académico,... es celebrándolo en familia, de esta manera se consigue compartir ilusiones y alegrías.

       Las sanciones negativas las podríamos clasificar en:

- Correcciones verbales en las que evitaremos algunas actitudes claramente poco educativas como: las amenazas de carácter afectivo o que quieran provocar miedo o que simplemente no es cumplan nunca, la ironía, tan mal entendida por los niños y adolescentes cuando la reciben de adultos; las humillaciones tanto en público como en privado. Nuestra corrección será serena, precisa, no muy larga, explicando las razones y, para los mayores, habiéndolas pensado previamente.


- Castigos como prohibiciones, privaciones o trabajos suplementarios, que no sólo serán inevitables sino, a veces, necesarios. Procuraremos que sean proporcionados, sin ningún espíritu de revancha (pensados previamente), relacionadas con la edad y carácter del hijo, a cumplir sin mucha demora, relacionados con la falta cometida o con la conducta que se quiere corregir y precedido de una conversación en que se explica la razón, que en el fondo será porque los queremos.

Por último, recordemos: más positivos que negativos y nunca indiferentes.

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